En Deliver Me from Nowhere — La historia y creación de Nebraska de Bruce Springsteen (Neo Person, 2025), Warren Zanes reconstruye el nacimiento de un disco improbable: un elepé grabado en soledad, con medios mínimos, que terminó convertido en una de las obras más influyentes y enigmáticas de la música norteamericana. Nebraska demostró que no era necesario contar con una banda ni con un estudio de grabación. Bastaban una grabadora de cuatro pistas, una armónica, una guitarra y la voluntad de mirar hacia adentro. Sonido casero, baja fidelidad y letras que retratan la vida de los márgenes: esa fue la esencia de un álbum que nunca estuvo pensado para ser publicado.
El
técnico Mike Batlan proporcionó a Springsteen una TEAC 144, micrófonos Shure
57, una J-200 y algunos instrumentos de percusión. Bruce grabó sentado en la
cama de su dormitorio, en su rancho de Colt Necks, utilizando cintas Maxwell y
pasando todo por una Echoplex para recrear el eco crudo de los primeros discos
de Elvis en Sun Records. En ningún momento creyó tener un disco terminado:
aquellas canciones eran simples maquetas destinadas a servir de base para la E Street
Band en un estudio profesional, lo que además permitiría ahorrar tiempo y
dinero.
Sin
embargo, Nebraska nació envuelto en la depresión incipiente que
Springsteen comenzaba a padecer sin saberlo. El álbum está habitado por
imágenes de desiertos interiores: vallas publicitarias, autopistas eternas, moteles
vacíos, patrulleros, asesinos, sueños rotos del Medio Oeste y perdedores que,
pese a fracasar una y otra vez, insisten en seguir adelante.
El paso del tiempo
Con
los años, el elepé se convirtió en una pieza mítica de su discografía. En 1982
nadie esperaba un trabajo sin sencillos, de sonido austero y espíritu
maquetero; un proyecto que nadaba a contracorriente en una industria
obsesionada con los superventas. ¿Suicidio comercial? ¿Acto de integridad?
¿Necesidad vital? Tal vez un poco de todo.
Además,
no había nada parecido en el mercado. Mientras álbumes como Thriller de
Michael Jackson o Are You Ready de Bucks Fizz dominaban las listas con
producción brillante, múltiples singles y presencia masiva en los
medios, este disco avanzaba en sentido opuesto: sin artificio, sin hits,
grabado como un cuaderno íntimo en una habitación. Ese contraste subraya su
singularidad y explica por qué, pese a su aparente fragilidad comercial,
terminó convirtiéndose en una obra de culto.
Zanes
describe el agotamiento de Springsteen: el interminable The River Tour, la presión de la
fama y las exigencias del negocio lo habían dejado exhausto. Nebraska se
convirtió en un refugio, un disco grabado para sí mismo, sin pensar en el
público ni en la industria. Más que un trabajo de la E Street Band, surgió como
un proyecto solista en el que dejó a un lado el rock para adentrarse en el folk.
La historia y creación de Nebraska de Bruce Springsteen: las influencias
Las
influencias de Woody Guthrie, Bob Dylan o Hank Williams se perciben en el tono
de trovador que adopta aquí. Las letras, melancólicas y meditativas, exponen su
alma y sus viejos fantasmas en un ejercicio de introspección: heridas no
cerradas, cicatrices que laten en el subconsciente e
impiden conciliar un sueño apacible.
Ese
nivel de desnudez contrastaba con el perfeccionismo obsesivo que había marcado
sus discos anteriores. Darkness on the Edge of Town y The River
llevaron al grupo al límite; este último, especialmente, exigió tanto tiempo en
el estudio que Bruce tuvo que financiar parte de la grabación, rozando la
bancarrota. Paradójicamente, The River fue su primer número uno en
Estados Unidos, y el sencillo «Hungry Heart» llegó al puesto 5 del Top 10.
El
contexto tampoco ayudaba. Ronald Reagan acababa de ganar las elecciones y se
abría paso una era conservadora que favorecía a las clases altas y dejaba a las
trabajadoras cada vez más desprotegidas. Springsteen, hijo de familia humilde,
observaba aquel cambio con inquietud. El éxito tampoco le resultaba cómodo: el
dinero no le importaba y la compra de su primer coche nuevo, un Camaro Z28,
incluso le provocó vergüenza. A esto se sumaban las agotadoras batallas legales
contra su antiguo representante, Mike Appel, que lo dejaron casi en la ruina.
Los personajes
Por
las noches vagaba por Freehold, pasando por la antigua casa de sus padres, perseguido
por el peso del pasado. De ahí surgieron muchos de los personajes de Nebraska:
figuras turbias, violencia como única salida, recuerdos infantiles y estampas
del ayer, todo narrado sin juicio alguno y desde una distancia redentora. Bruce había perdido el vínculo tanto con sus orígenes como con ese inesperado estatus de superestrella que ahora lo rodeaba.
Incluso
la sesión de fotos de David Michael Kennedy buscaba esa misma sencillez:
retratar al cantante sin artificios, como un elemento más del paisaje. La portada
—una autopista solitaria bajo la nieve— sintetiza a la perfección un proyecto
influido por Malas tierras de Malick, «Frankie Teardrop» de Suicide, La
noche del cazador de Charles Laughton, los relatos de Flannery O’Connor y
las fotografías de Robert Frank. La historia de los fugitivos Charles Starkweather y Caril
Ann Fugate, base del filme de Malick, también marcó profundamente el tono del
disco.
Los estilos musicales
El country, el blues y el folk aportaron el marco ideal para contar la vida de personajes anónimos. En un gesto de principios, el Boss decidió publicar Nebraska antes que Born in the U.S.A., pese a que ambos álbumes nacieron prácticamente al mismo tiempo. El primero se convertiría en obra de culto; el segundo, en el trabajo que lo disparó hacia el estrellato mundial. Se barajó incluso la idea de un disco doble, pero la experiencia de The River lo llevó a descartarla.
La
mezcla de Nebraska fue un reto considerable. Durante meses se intentó
que las cintas caseras —llenas de ruidos y limitaciones propias de una
grabadora doméstica— sonaran de forma aceptable en distintos estudios y
configuraciones. Nada lograba preservar su crudeza sin sacrificar claridad, hasta
que Dennis King, mediante equipos analógicos y un trabajo minucioso, consiguió
una versión final que equilibraba la aspereza original con la mínima limpieza
necesaria para publicarla.
Nebraska
Columbia
Records, acostumbrada a éxitos comerciales, comprendía que Nebraska
sería difícil de vender. Su mánager, Jon Landau, el presidente de la
discográfica, Walter Yetnikoff, y el resto de ejecutivos asumieron el riesgo y
apostaron por un elepé que quizá no arrasaría en las listas, pero cuyo
prestigio crecería con los años hasta convertirlo en un clásico. A partir de
entonces, el público descubrió una faceta distinta de Springsteen.
Tras
la publicación, Bruce emprendió un viaje en carretera hacia Los Ángeles con su
amigo Matt Delia, en un Ford XL de 1969. A mitad del trayecto se derrumbó. Como
relata en su autobiografía Born to Run, fue entonces cuando comprendió
que atravesaba una crisis nerviosa y que necesitaba
ayuda profesional. Durante la creación del disco había volcado, sin darse
cuenta, los traumas de su infancia, especialmente la relación conflictiva con
su padre alcohólico. A partir de ese momento comenzó a acudir a terapia de
forma regular.
Zanes
demuestra que Nebraska no fue una estrategia ni un gesto excéntrico, sino
un acto de supervivencia. Un diario íntimo transformado, casi por accidente, en
obra maestra. En un mundo saturado de ruido, este álbum recuerda
que lo más poderoso puede nacer en silencio, cuando un hombre decide
enfrentarse a su oscuridad con una grabadora barata y una historia que narrar.
