Who Built the Moon? (Sour Mash Records, 2017) no constituyó la reinvención sonora que muchos esperaban de Noel Gallagher. El músico, precavido como siempre, no hizo sino actualizar viejas propuestas como Fuckin’ in the Bushes (de la que Kasabian tomarían buena parte de su sonido), Setting Sun y Let Forever Be (ambas con The Chemical Brothers), aportando un empaque electrónico y psicodélico acorde a aquella etapa de su carrera. En cualquier caso, si hubiera abandonado el estilo clásico que lo caracterizaba, le habrían llovido críticas por todas partes. El público y los medios, independientemente de la calidad de su trabajo, siempre encontraron motivos para protestar. Los dos primeros elepés de Oasis dejaron una huella tan profunda que ninguno de sus miembros pudo desmarcarse de ellos por mucho que lo intentara. Los fans seguían esperando himnos como Supersonic, Wonderwall, Cigarettes & Alcohol o Don’t Look Back in Anger. Seamos realistas: los buenos y viejos tiempos no volvieron.
Gallagher
comentó en entrevistas que el productor David Holmes lo obligó a trabajar desde
cero en el estudio; nada de rescatar canciones antiguas que no habían visto la
luz. A pesar de la larga lista de colaboradores y músicos de sesión, el disco
destacó por su propuesta compacta: luminoso, pegadizo y con grandes
estribillos. Todos los cortes rayaron a gran altura y no aburrieron en ningún
momento. «Holy Mountain» funcionó como carta de presentación: saxos, glam, surf
de la Costa Oeste, coros infecciosos y Paul Weller al órgano. Un caballo
ganador desde la primera escucha; aires setenteros que encajaron perfectamente
en la obra del mancuniano. El sencillo definió lo que el público encontraría en
el nuevo trabajo de los High Flying Birds.
«It's
a Beautiful World» fue una de las mejores canciones del álbum: bailable y
jovial, con recitado francés incluido, remitía a los años noventa cuando la
cultura dance dominaba las listas británicas. Contó con un estribillo
irresistible y una atmósfera festiva propia de New Order. «Fort Knox» funcionó
como extensión de Fuckin’ in the Bushes: comenzaba con una alarma y un
sintetizador ominoso para desembocar en una sección rítmica atronadora, coros y
guitarras afiladas. Un mantra lisérgico que recordó a piezas de Primal Scream.
Ideal para la vuelta a casa cuando la rave fue un fracaso y se
necesitaban estímulos para contrarrestar la mala química en el cuerpo.
«Keep on Reaching» pudo haber encajado en Dig Out Your Soul (2008): sección rítmica urgente, piano, cuerdas, voces femeninas. El tema más rockero del disco, con sabor soul, en el que Gallagher puso toda la carne en el asador como cantante. «She Taught Me How to Fly» tuvo madera de clásico: nuevamente regresábamos a las pistas de baile, entre luces estroboscópicas y humo de hielo seco. Coros efectivos y un estribillo demoledor. Madchester siguió con vida. «Be Careful What You Wish For» bebió sin tapujos de Come Together de The Beatles. Pulso blues, coros, puente con teclados y tempo incisivo. Muchos le reprocharon dejarse influenciar (una vez más) por la banda más famosa de todos los tiempos. ¿Acaso eso suponía una novedad a esas alturas de su carrera?
«Black
& White Sunshine», jangle pop con sección de vientos, remitió —como «Holy
Mountain»— a los Beach Boys. Quizá fuera el tema más asequible del álbum. Riff
de guitarra efectivo, estructura circular y fondo surfero. Los
instrumentales «Interlude (Wednesday Part 1)» y «End Credits (Wednesday Part
2)» sirvieron como puente y despedida del disco. Piezas tranquilas y atmosféricas,
con cierto aire melancólico, que no aportaron gran cosa al elepé. Un recurso
utilizado, por cierto, en el célebre (What’s The Story) Morning Glory (1995).
«If Love Is the Law» contó con
guitarra y armónica de Johnny Marr. Colaboración de lujo que,
igual que la de Weller, demostró que Gallagher estaba muy bien conectado en el
mundo discográfico. Rock de toda la vida, aunque en este caso la producción
llegó a saturar hasta el punto de que el trabajo de Marr no se apreciaba en su
esplendor. Como despedida, la orquestal «The Man Who Built the Moon» resultó
tan grandilocuente que podría haber pertenecido a Be Here Now (1997). A
diferencia de los temas de aquella época, la megalomanía inducida por la
cocaína no apareció. El corte, que no superó los cinco minutos, se escuchó con
agrado.
Who
Built the Moon? recibió críticas muy positivas y, con
razón, fue considerado el mejor trabajo de los High Flying Birds. Gracias al Black
Friday, vendió una cantidad generosa de ejemplares en Inglaterra. Noel
Gallagher jugó bien sus cartas al despachar una propuesta a la altura de As
You Were (2017) de Liam. El punto justo entre nostalgia, clasicismo y
experimentación. Transitó caminos ya recorridos, pero aportó un empaque sonoro
que lo hizo parecer novedoso. Comparar ambos trabajos —publicados casi en las
mismas fechas— fue inevitable. Los hermanos Gallagher ya no competían contra
Blur en las listas; ahora lo hacían entre ellos mismos. Poco había cambiado
desde antaño y, para bien o para mal, seguía resultando estimulante.
Mientras tanto, tras años de rumores, desavenencias y comentarios ácidos en las redes sociales, Oasis finalmente regresó a la carretera con una gira que ha batido récords y que, tras conquistar estadios en todo el mundo, llegó a su fin hace apenas hace unas horas.
