sábado, noviembre 22, 2025

BUNBURY: «EXPECTATIVAS» (WARNER MUSIC, 2017)

Hasta la llegada de Expectativas (Warner Music, 2017), la carrera de Bunbury había sido tan variada y prolífica como tenía acostumbrados a sus seguidores. En aquellos años publicó tres álbumes de estudio: Las consecuencias (2010), Licenciado Cantinas (2011) y Palosanto (2013); además de los directos Gran Rex (2011), Madrid, Área 51 (2014), Hijos del pueblo (2015) —en colaboración con Andrés Calamaro— y MTV Unplugged: El libro de las mutaciones (2015), junto con el documental El camino más largo (2016).

Independientemente de la consistencia de cada giro estilístico de su trayectoria, nadie podía negar al maño su amor por la música, su afán por experimentar nuevas texturas y su disposición a arrojarse al vacío. Ese espíritu mutable había descolocado al público desde Radical Sonora (1997), donde abrazaba la electrónica, las cajas de ritmos y la música árabe. Entre lo sublime (Lady Blue) y lo dudoso (Hay muy poca gente), la sombra de Héroes del Silencio seguía proyectándose incluso en la actualidad.

Al igual que Loquillo, Santiago Auserón, Jaime Urrutia o Calamaro, Bunbury demuestra ser un músico ajeno a los dictados del mercado, a las radiofórmulas y a las exigencias de las discográficas. Su meta es la superación y la autenticidad, no la venta masiva de discos ni el llenado de recintos. Quizá por eso orienta su carrera hacia el mercado latino, donde siempre ha sido mejor valorado que en España.

Junto a Los Santos Inocentes, la formación que lo había acompañado durante los últimos años tanto en estudio como en la carretera, Expectativas se presentó como un trabajo que se desmarcaba de sus recientes incursiones latinas para abrazar un espíritu glam que evocaba a Bowie —una de sus mayores influencias—. Lo hacía a través de canciones cargadas de contenido social, compromiso, pesimismo y actitud combativa. Era la extensión lógica de temas que ya había explorado anteriormente en elepés como Avalancha (1995), El viaje a ninguna parte (2004) o el mesiánico Palosanto.

Lanzados como sencillos, «La actitud correcta» —ácido ataque al postureo y a los aires de estrella de algunos compañeros de profesión, plenamente aplicable a la escena indie patria— y «Parecemos tontos» —un medio tiempo dylaniano con letra reivindicativa— definían perfectamente el núcleo lírico del disco. «La ceremonia de la confusión», la bailable «En bandeja de plata» y «Lugares comunes, frases hechas» podían considerarse los temas más críticos del álbum. En cambio, «Cuna de Caín» —que los medios se empeñaron en asociar con el conflicto catalán, algo que el zaragozano desmintió repetidamente—, «Supongo» —amarga y esperanzada a la vez— y «La constante» —una balada romántica dedicada a su esposa Jose Girl— mostraban su faceta más sensible y reflexiva. Por primera vez en mucho tiempo sobraron las estridencias vocales: el tono se ajustó a las necesidades de cada tema. Bunbury no sintió la necesidad de sobresalir por encima de sus músicos.

Llegados a este punto, hubo que destacar también el gran trabajo de Santiago del Campo: su saxo apareció prácticamente en todas las canciones, enriqueciendo un disco que contó con una producción excelente, variada y madura, sin altibajos y, a diferencia de anteriores elepés, nunca monótona. «Bartleby (mis dominios)», « Al filo de un cuchillo» —la pieza más oscura del álbum, marcada por la tensión entre culpabilidad, dolor y placer— y la nihilista «Libertad» mostraron el lado más rebelde e inconformista del músico.

Para entonces habían pasado veinte años de constante reinvención desde su primer disco en solitario. Bunbury entregó con Expectativas su mejor trabajo desde Las consecuencias y, por extensión, uno de los más sólidos de su dilatada trayectoria discográfica. Un verso quedó para el recuerdo: «La calle va por dentro y no tienes ni puta idea de rock and roll». ¿Alguien se atrevió a llevarle la contraria?