jueves, octubre 23, 2025

BRUCE SPRINGSTEEN: «NEBRASKA ’82 – EXPANDED EDITION»

Tras la exitosa gira The River Tour, Bruce Springsteen quiso continuar la estela de aquel álbum con un sonido crudo, casi de garaje. Las posibilidades del estudio eran infinitas, pero el matiz comercial de Born to Run (1975) ya no le interesaba. La fama y la sobreexposición mediática habían perdido el brillo prometido.

Nebraska (1982) fue un disco oscuro, habitado por perdedores, criminales, mafiosos, policías y obreros. El sonido se redujo a su mínima expresión: una Gibson J-200, armónica, carillón, mandolina y la voz del Boss, desnuda y directa. Nadie esperaba aquel álbum: el hombre detrás del mito se convertía en cantautor, una especie de Bob Dylan surgido del asfalto de Nueva Jersey.

Fue una maniobra anticomercial, especialmente viniendo de una superestrella como Springsteen. En Columbia Records recibieron las cintas con cautela: esperaban otro éxito en las listas, un nuevo top ten que prolongara la estela de The River (1980). Lo que obtuvieron fue un elepé áspero, introspectivo y sin potencial radial, una colección de historias que desafiaban cualquier estrategia de mercado.

El imaginario de Nebraska oscila entre los sueños rotos, los veteranos de Vietnam caídos en desgracia, el peso del pasado y los individuos vencidos. Y, de fondo, de manera velada, la presencia de un país bajo el gobierno de Ronald Reagan, que amenazaba con ofrecer a sus ciudadanos una versión amarga de la libertad.

Un álbum influido por el gótico sureño, la historia de Estados Unidos, la novela negra, los músicos y activistas, los héroes de guerra y el cine de John Huston o Terrence Malick. Un universo con un halo de tristeza: habitaciones de hotel vacías, autopistas desiertas, lluvia, horizontes infinitos donde no hay esperanza. Tono rural, con ecos de western, recuerdos de infancia dolorosos, un niño perdido. Y, sobre todo, la alargada sombra de su padre, Douglas —miedo, dolor y rechazo—, con quien mantuvo siempre una relación compleja, marcada por la introspección, la frustración y el alcohol.

Incluso la portada, con esa carretera vacía bajo un cielo plomizo, anticipa lo que encontraremos en el interior: un viaje solitario por el corazón profundo de EE. UU donde la clase trabajadora continúa adelante a duras penas.

Desde la lóbrega «Nebraska» hasta la melancólica «Reason to Believe», el álbum recorre las grietas del sueño americano. «Atlantic City», «Highway Patrolman» o «State Trooper» dibujan paisajes de desesperanza y redención, mientras «Johnny 99» y «Used Cars» dan voz a la América obrera, perdida entre la culpa y la supervivencia.

Registrado de forma casera en su rancho de Colts Neck, Nueva Jersey, con una grabadora de cuatro pistas, el Boss suena descarnado, visceral, sin ningún tipo de artificio. Las canciones son tan auténticas que ni siquiera necesitan el respaldo de la E Street Band. Cuando intentaron registrarlas en los Power Station de Nueva York, comprendieron que la electricidad y los nuevos arreglos les robaban la esencia. Algunos temas fueron apartados para el siguiente disco, el multiplatino Born in the U.S.A. (1984), que lo convertiría en un ídolo de masas, mientras que el resto permaneció en el limbo hasta que, tras meses de pruebas y mezclas fallidas, Dennis King consiguió una versión que les hiciera justicia.

Bruce fue perspicaz: entendió que la calidad en bruto de la maqueta no podría ser replicada en un estudio. Por consiguiente, decidió publicarla en su forma más pura.

Las influencias son evidentes: blues, rockabilly, country, folk. John Lee Hooker, Chuck Berry, Dylan, Hank Williams y Elvis Presley. Lo importante era la sencillez, el mensaje. Quizá por eso no hubo gira de promoción, ni entrevistas, ni presencia en los medios. Las maquetas —conocidas entre los seguidores como Electric Nebraska— fueron durante décadas material codiciado, y en esta reedición ven la luz por primera vez. A diferencia de otros trabajos del Boss difundidos en bootlegs, las sesiones del álbum habían permanecido ocultas hasta ahora.

El elepé fue un hito dentro de su discografía. Sin él, no existirían The Ghost of Tom Joad (1995) ni Devils & Dust (2005). Su minimalismo, parquedad y crudeza lírica servirían de inspiración para toda una generación de músicos. Con su tono confesional y una espiritualidad sombría, demostró que menos puede ser más.

Nick Cave, Steve Earle, Bon Iver, Beck, The Killers, Sufjan Stevens, Phoebe Bridgers, The National e incluso el mismísimo Johnny Cash: todos cayeron rendidos ante su hechizo. Nebraska tendió puentes entre el indie rock, el country alternativo y el folk americano.

En cuanto al material inédito: numerosas outtakes, demos, caras B y tomas en directo. Destacan los cortes primerizos retocados por la E Street Band, más crudos y enérgicos que los que finalmente llegarían al público.

Nebraska ’82: Expanded Edition se encuentra disponible en una cuidada caja de cuatro CDs y un Blu-ray, y también en edición de vinilo con cuatro LPs. Una joya imprescindible para los devotos del Boss, que demuestra que la espera ha merecido la pena. La leyenda no conoce límites.