Cuando
se publicó en 2015, Music Complete llegó cargado de expectativas y
dudas. Habían pasado diez años desde el último álbum de estudio de New Order,
una década marcada por disputas internas, proyectos paralelos y el sonado
abandono de Peter Hook. Incluso la edición de Lost Sirens (2013), un
disco armado a partir de descartes, había reforzado la sensación de que la
banda pertenecía al pasado.
Contra
todo pronóstico, el regreso sorprendió. Si bien no fue uno de los grandes hitos
de su discografía, el álbum fue recibido con entusiasmo por la crítica y superó
en recepción comercial a Get Ready (2001) y Waiting for the Siren’s
Call (2005). Con él, New Order consiguió reafirmar su vigencia en una
escena que había cambiado radicalmente desde los años ochenta y noventa.
La
elección de «Restless» como primer sencillo generó escepticismo, pero el disco
en su conjunto mostró una banda capaz de reconectar con la esencia que la hizo
célebre: sobriedad, elegancia y una apuesta decidida por el pop bailable y
hedonista. Cierto es que, como en casi toda su carrera, las letras no
destacaron por su profundidad, pero la ligereza lírica se alineó con el
carácter festivo y luminoso del álbum.
Parte
de la relevancia de Music Complete residió en su apertura a
colaboraciones que enriquecieron su sonido: Richard X en la producción, Elly
Jackson (La Roux), Tom Rowlands (The Chemical Brothers), Iggy Pop y Brandon
Flowers (The Killers). La vuelta de Gillian Gilbert a los teclados y la integración
definitiva de Tom Chapman en el bajo consolidaron una formación que miraba
hacia adelante sin negar las heridas del pasado. Canciones como «Singularity»,
«Plastic», la italo-disco «Tutti Frutti», «People on the High Line» o la
melancólica «Superheated» marcaron el pulso de un disco que, aunque de
asimilación lenta, terminó por ganarse un lugar propio.
Visto
en retrospectiva, Music Complete representó mucho más que un retorno:
fue la confirmación de que New Order podía seguir dialogando con el presente
sin traicionar su legado. A diez años de su lanzamiento, no se recuerda como
una obra maestra, pero sí como un punto de inflexión que cerró heridas,
revitalizó a la banda y demostró que aún tenían algo que aportar a la música
pop del siglo XXI.