Tras
el éxito global de Are You Gonna Go My Way (Virgin Records, 1993), Lenny
Kravitz respondió a la presión de la fama y a una industria discográfica que
detestaba con Circus (Virgin Records, 1995), un disco marcado además por
la enfermedad y posterior pérdida de su madre.
El
álbum abandona el barniz comercial de sus trabajos previos en favor de un
sonido más crudo, psicodélico y confesional, donde aborda la decadencia del
rock, la religión, el amor y la exposición mediática. Producido por él mismo y
grabado en varios estudios entre Francia, Bahamas y Nueva Jersey, Circus
muestra a un Kravitz en plena madurez creativa, fiel a sus influencias clásicas
—de Zeppelin a Hendrix o James Brown—, pero con sello propio.
Su
estilo retro, deudor de los grandes clásicos de los setenta, no le ha impedido
firmar una serie de discos y sencillos incuestionables. En tres décadas de
carrera, ningún contemporáneo ha logrado hacerle sombra en su terreno, y Kravitz
ha sabido mantenerse en la brecha allí donde muchos de los músicos de su
generación quedaron por el camino.
Canciones como «Rock and Roll Is Dead», ataque frontal a la superficialidad del género, o «Circus», amarga crítica a la industria, conviven con la intimista «Can’t Get You Off of My Mind», reflejo de la vida en la carretera; los grooves funk de «Tunnel Vision» y «Thin Ice»; la espiritualidad de «God Is Love» y «Resurrection».
El álbum incluye también «Don’t Go and Put a Gun in Your Head»,
quizá su tema más accesible junto a «Magdalene»; «In My Life
Today», un medio tiempo relajado y sensual; y la hendrixiana «Beyond The 7th Sky». Un repertorio sólido que, para
muchos, roza su obra maestra.
Aunque
la crítica lo tachó de irrelevante, Circus se sostiene como un revulsivo
en su carrera y un testimonio de honestidad artística. Incluso las caras B
—«Another Life», «Confused» y «Is It Me, Is It You»— y tomas acústicas y en
directo de la época confirman la riqueza de un momento en que Kravitz parecía
incapaz de grabar material de relleno.