Han
pasado más de veinte años desde que The Verve alcanzara la fama mundial y
conquistara las listas musicales con el aclamado Urban Hymns (Hut Records, 1997), última obra maestra del Britpop que, en cierto modo, significó
el cierre de aquel movimiento que tantas pasiones despertó durante los noventa. A pesar de la controversia causada por la demanda de Allen Klein —que los acusó de plagiar su versión orquestal de The
Last Time de The Rolling Stones—, Bitter
Sweet Symphony se convirtió en un clásico por derecho propio y pasó a formar
parte de la cultura popular. ¿Quién no recuerda a Ashcroft caminando con
arrogancia por una calle londinense mientras choca contra los peatones que se
interponen ante su paso?
Tal
como siempre ha pasado con la banda, cuando se encontraban en la cúspide de su
carrera, sus desavenencias personales —la tormentosa relación de Richard
Ashcroft con el guitarrista Nick McCabe es similar a la que mantienen los
hermanos Gallagher de Oasis— los obligó a disolverse por segunda vez. Tal como
declaró Noel Gallagher: «Somos mejores que The Verve, quienes
no pueden mantenerse juntos por más de seis meses». Para bien o para mal, la segunda
parte de la frase encierra una verdad incuestionable.
Alone with Everybody (Hut Records, 2000)
Alone with
Everybody supone el debut de Ashcroft
como cantante en solitario. Un disco intimista que habla del amor, la belleza
de las cosas sencillas, su matrimonio con Kate Radley (antigua teclista de
Spiritualized), la paz interior y la redención. Fiel a su estilo, continúa la
senda abierta por Urban Hymns en una
serie de canciones preciosistas, con múltiples arreglos de cuerda cortesía de
Will Malone, perfectamente radiables pero sin caer en la comercialidad más
descarada.
El primer single, A Song for the Lovers, llegó al número tres de
las listas británicas. El álbum cuenta con grandes baladas —I Get My Beat, You on My
Mind in My Sleep, On a Beach—, temas rockeros —New York, Money to Burn— y pop —Crazy World, C'mon People (We're Making It Now).
Gracias a
los nuevos músicos de estudio, el reto de superar el pasado junto a su antigua
formación y el talento innato del de Wigan, el disco recibió buenas críticas
por parte de la prensa especializada y llegó a número uno de los charts
británicos. Cabe destacar que los
videoclips de A Song for the Lovers y Money to Run explotan su
característica forma de caminar altanera, enojada contra el mundo y llena de
seguridad en sí mismo.
Human
Conditions (Hut Records, 2002)
Dos años después del lanzamiento de su primer elepé,
Ashcroft regresó a la actualidad musical con un trabajo notable que,
injustamente, no fue tan bien recibido como Alone with Everybody. Human Conditions
es un viaje filosófico y espiritual alrededor del mundo que habla sobre Dios, el
amor y el sentido de la vida.
Check the Meaning, con sus vientos y cuerdas,
puede que sea su mejor canción en solitario; un tema épico y ambicioso a la
altura de Bitter Sweet Symphony. El álbum destaca por sus grandes melodías,
segundas voces y arreglos orquestales que, lejos de saturar, encajan a la
perfección con la música. Canciones como Science of Silence, Buy It in Bottles, God in the Numbers, Running Away o Nature Is the Law (con la
colaboración de Brian Wilson de los Beach Boys) demuestran la madurez del
cantante que, a diferencia de sus coetáneos, creó un trabajo destinado a la
posteridad.
Este llegó al número tres de las listas británicas. Un disco que,
ignorando las reseñas negativas que le acompañarían a partir de entonces, sus
incondicionales han sabido valorar en su justa medida.
Keys to the World (Parlophone, 2006)
Al igual que su anterior álbum, Keys to the World volvió a recibir malas críticas de los medios,
tachándolo de dispar, poco inspirado y lleno de material de relleno que no se
encontraba a la altura. Temas como Why Not Nothing?, Simple Song o Keys to the World —que debió ser single—proporcionan un ramalazo de energía a un
trabajo tranquilo, melódico y orquestal.
El primer sencillo, Break the Night with Colour destaca por el protagonismo de la voz del cantante y su evocadora
melodía de piano. Music is Power, con su sampleado de Curtis Mayfiel, muestra
el interés de Ashcroft por la Motown americana; un tema elegante con aroma soul
que sería un anticipo de su futura dirección musical. Guitarras acústicas, cuerdas
y piano acompañan a canciones como la balada folk Sweet Brother Malcom —que
recuerda a Simon & Garfunkel—, Word Just Get in the Way y la desgarrada Why
Do Lovers?.
Un disco sencillo cuyas letras se alejan del misticismo de sus comienzos y tratan
sobre emociones universales como la tristeza, el amor, la felicidad, la vida y
la muerte. Keys to the World alcanzó
el número dos de los charts ingleses: un triunfo que desafió a los críticos
empeñados en menospreciar su trabajo.
RPA & The United Nations of Sound (Parlophone, 2010)
En el año 2008, de forma inesperada, Ashcroft se volvió
reunir con The Verve y sacaron a la venta Forth.
Los críticos maliciosos alegaron que fue debido a motivos puramente comerciales
para relanzar una carrera hundida por los álbumes previamente mencionados. El
elepé —que retomó el sonido space
rock de sus inicios aderezado con las orquestaciones propias de su etapa
más popular— no llegó a tener el éxito esperado y, después de una corta gira de
promoción, el grupo volvió a disolverse.
Para su siguiente paso discográfico,
Ashcroft formaría una nueva banda con músicos de hip hop y R&B americanos y
cedería los controles de producción a No I.D. (Jay-Z, Janet Jackson, Kayne West). El resultado es un trabajo que mezcla su estilo habitual con profusión
de arreglos de cuerda, soul, percusiones electrónicas, guitarras funk y coros
góspel, que fue un fracaso de ventas y crítica.
RPA & The United Nations of Sound cuenta con los potentes sencillos Are You
Ready? y Born Again arraigados en el sonido tradicional del cantante.
También podemos encontrar temas notables como Glory, How Deep Your Man —con influencia de Chuck Berry— y la velvetiana Royal Highness. Las
baladas This Thing Called Live, She Brings Me the Music y Good Loving muestran su lado más melódico y
sensible, mientras las animadas America, Beatitudes y Life Can Be So Beautiful —con un falsete impagable a lo Bee Gees— ofrecen nuevos terrenos en su discografía. Un disco arriesgado y enérgico que mereció mejor
suerte comercial.
These People (Cooking Vinyl, 2016)
Después
de seis años de silencio roto por algunas esporádicas actuaciones en formato
acústico, Richard Ashcroft regresó al mercado musical con un álbum en el que se
mantiene fiel a las coordenadas propias de su carrera solista. Volvemos a
encontrarnos con un disco sencillo, equilibrado y elegante en el que destacan
los envolventes arreglos de cuerda cortesía del fiel Will Malone con el que ha
trabajado desde mediados de los noventa.
Out Of My Body empieza con una guitarra country para
irrumpir en un inesperado cruce entre funk y disco; himnos como This Is
How It Feels —primer single—, They Don’t Owned Me y These People, típicas
del cantante británico, recuerdan a sus tiempos con The Verve; pop comercial
destinado a los radiofórmulas; Hold On —segundo sencillo que trata sobre el
levantamiento de Siria— y Everybody Needs Somebody to Hurt You, medios
tiempos pausados e introspectivos; Picture Of You, Black Line o Ain't the Future So Bright podrían encajar en cualquiera de sus antiguos elepés en
solitario y la contundente Songs of Experience forman un mosaico que
demuestran una madurez que bebe del pasado del artista sin ninguna clase de
nostalgia.
Piano,
guitarras, cuerdas, loops electrónicos, letras elaboradas y grandes estribillos
sirven para acompañar un trabajo orgánico medido hasta el último detalle que
ofrece nuevas texturas y horizontes, pequeñas gemas pop producidas por el propio británico sin pecar de comerciales en su vertiente más
descarada. Cabe destacar que Ashcroft no ha sido medido con el mismo brasero
que otros compañeros de generación. Todo lo contrario, desde el notable Human Conditions (Hut Records, 2002), la
crítica se ha empeñado en destruir su carrera tachándolo de tedioso, ególatra,
blando, sobreproducido, carente de fondo, etcétera.
Irónicamente,
a pesar de haber sido crucificado por la prensa especializada, durante los
últimos veinte años —excepto The United
Nations of Sound, que no vendió lo esperado— todos sus trabajos han
alcanzado los primeros puestos de las listas británicas. Una “decadente” carrera que, según los entendidos de turno, lleva dando bandazos desde
principios de la década pasada. Los mismos que han elevado a niveles exagerados
las propuestas de Damon Albarn, Liam y Noel Gallagher, Jarvis Cocker o Thom Yorke. Ciertos “expertos” deberían prescindir de tanta modernidad y prejuicios
a favor de una mayor amplitud de miras y objetividad profesional.