"Me aburre hablar del Britpop. Fue una gran caricatura".
Suede
abandonaron los barrios suburbanos, las viviendas de protección oficial, el
sexo sucio en la parte trasera de automóviles, los opiáceos por vía intravenosa
y las noches de excesos. Su propuesta pudo ubicarse en el imaginario ballardiano de una
autopista cubierta de chatarra, escombros y cristales rotos. Los vagabundos
campan entre los despojos de la civilización, entre bidones de basura, vallas
corroídas por el óxido, maleza reseca y el hedor de la gasolina quemada. El
terror de la vida rural.
Los
londinenses aprendieron de sus errores, de los álbumes blandos y comerciales
que echaron a perder su carrera a principios de siglo. A diferencia de otras
bandas, triunfan cuando publican propuestas a contracorriente al mercado
musical. El destello pop, el tema
radiable como Beautiful Ones, She’s in Fashion, Positivity o Attitude,
desapareció a favor de una sonoridad árida, orquestal y extravagante.
The Blue Hour (Warner Bros, 2018) dobla la apuesta y destila imágenes perturbadoras en cinemascope: niños secuestrados, entierros en mitad de la madrugada, el anhelo de huir a cualquier parte, pájaros muertos, el dolor de viejas heridas, pesadillas, romanticismo, sordidez y pérdida. La producción de Alan Moulder (Depeche Mode, Editors, Smashing Pumpkins, White Lies) condujo a la banda a territorios extraños e inexplorados en su discografía. Por otra parte, Neil Codling se encargó de los numerosos arreglos orquestales.
The Invisibles,
presentada como primer adelanto, fue una decadente balada sobre el sufrimiento
del amor de juventud, con arpegios etéreos y cuerdas cortesía de Craig
Armstrong. Brett Anderson alterna entre el drama, la tristeza y el falsete,
causando emociones a flor de piel.
La
Orquesta Filarmónica de Praga aporta un sonido wagneriano propio de una ópera de Bertolt Brecht. As One, Chalk Circles y
el spoken word Roadkill —puro Future Legend de Bowie—, cuentan con oscuras secciones orquestales, coros
gregorianos, aire medieval y atmósferas misteriosas.
Los
riffs rugosos y envolventes de
Richard Oakes predominan por doquier. Wastelands,
Life Is Golden —tercer single— y la balada Beyond
the Outskirts —una maravilla con madera de
himno—; pop
clásico de toda la vida de Suede. Mistress
—delicada e intimista—,
la épica Tides y All the Wild Places —pieza en
crescendo conducida por piano y cuerdas con final sobrecogedor— remite a la República de Weimar, a clubs llenos de
humo y el entrechocar de las copas de Bollinger.
Cold Hands
destaca por una melodía pegadiza y una interpretación vertiginosa que roza del punk. Don't Be Afraid If Nobody Loves You —segundo
sencillo—, hermanada con Animal Nitrate o Starcrazy,
posee guitarras tétricas y falsete en el estribillo. Imposible no bailarlas en
directo. La circular Flytipping, al
igual que Still Life o The Fur & the Feathers, resulta
cinemática, solemne y llena de sentimiento. Una despedida a la altura de las
circunstancias.