Considerado
uno de los escritores más visionarios, vanguardistas y extravagantes de la
literatura moderna, Burroughs nos traslada, a través de las palabras, a un
universo en el que las reglas existen para ser quebrantadas, los gobiernos son
herramientas de control, las autoridades carecen de cualquier tipo de decencia,
las armas solucionan los problemas espinosos y la única forma de ignorar los
horrores de la vida diaria consiste en consumir sustancias —legales o ilegales—
por vía intravenosa. Exterminadores de insectos, rodajes de películas porno,
cárceles atestadas de delincuentes, la evolución humana como caos que traerá la
destrucción del planeta, sodomía, búsqueda de estupefacientes, documentales que
ilustran el declive de la civilización, virus biológicos, violencia policial,
imperialismo americano, sectas y matanzas sumarias forman un mosaico enloquecido
en el que se desgranan sus obsesiones habituales.
Entre
todas estas historias destacan ¡El
exterminador!, Viento morir. Tú morir.
Nosotros morir., El regreso del
astronauta, Últimos resplandores del
crepúsculo y El advenimiento del Héroe
Púrpura. El ácido y despiadado humor de Burroughs no concede perdones y
carga contra una sociedad corrupta, deshumanizada y decadente. Algunos relatos
contienen elementos experimentales sin puntuación de ninguna clase o el famoso cut-up —método que consiste en mezclar
textos al azar para romper la linealidad de la palabra escrita—, técnica que
utilizó de forma constante durante los años setenta. A modo de «cameos»,
aparecen viejos personajes como el célebre Dr. Benway (amoral médico que solo
desea realizar aberrantes experimentos con sus pacientes) o el billonario A.J.
(un Howard Hughes/Larry Flynt proclive a llevar una pistola de agua cargada de
semen a las fiestas de alta sociedad para disparar a las invitadas). Ambos
constituyen una sátira feroz tanto del sistema médico —que no duda en tratar a
los enfermos como objetos desechables— como de las clases privilegiadas
—estúpidas, pueriles y embebidas en su falsa sensación de poder obtenido
gracias al dinero—.
El
universo literario de William Burroughs se caracteriza por la ausencia de
bondad, la locura, la catástrofe, la muerte y la alucinación. El ser humano es
miserable, repulsivo y cruel por naturaleza; la familia, una farsa destinada a
perpetuar su propia decadencia; los estamentos gubernamentales, focos de
avaricia y podredumbre; y la religión, una farsa absoluta cuyo único objetivo
es desplumar a los ilusos que creen en su degenerada doctrina. No existe
espacio para el amor, la ternura o los sentimientos. A lo sumo, hay
satisfacción inmediata forzando prácticas sexuales al primer joven atractivo
que tenga la desgracia de encontrarse en el lugar inadecuado. La Tierra está
condenada al holocausto nuclear y, por algún extraño misterio, resulta
increíble que aún no haya sucedido.
