lunes, junio 12, 2023

BRET EASTON ELLIS: «LOS DESTROZOS» (LITERATURA RANDOM HOUSE MONDADORI, 2023)

«Un chico de diecisiete años (cumpliría los dieciocho en marzo) circulando por Mulholland en un Mercedes descapotable vestido con uniforme de colegio privado y con las Wayfarer puestas constituye una estampa de cierto momento imperial del que, a veces, era autoconsciente: ¿Parezco un gilipollas?, me preguntaba en un momento, y al siguiente pensaba: tengo una pinta tan fabulosa que me da lo mismo».

Bret Easton Ellis en Los Destrozos 

Desde su irrupción en el mundo literario con Menos que cero (1985), Bret Easton Ellis ha creado un universo propio. Una serie de personajes bellos, ricos y, sobre todo, amorales, se han entrecruzado en sus novelas: Clay (Menos que ceroSuites Imperiales), Sean Bateman (Las reglas de la atracciónAmerican Psycho, Glamourama), Tim Price (Los confidentesAmerican PsychoLos destrozos), Patrick Bateman (American PsychoGlamouramaLunar Park), Victor Ward y Lauren Hynde (Las reglas de la atracciónGlamourama)… Solo para empezar. 

En Lunar Park (2005) Ellis fue el protagonista de su propia obra; metaficción confesional en la que desgranaba su ascenso a la fama, el papel indeseado como portavoz de la Generación X y las funestas consecuencias de una vida de glamur y excesos. Aunque la novela carecía de la magia de las viejas glorias, le mostró el camino a seguir. Blanco (2020) —ensayo con tintes autobiográficos en el que atacaba a los millenials, la cultura de la cancelación y el gobierno de Donald Trump— prometía, pero supo a poco a sus incondicionales. 

Trece años después, Ellis regresa a lo que mejor conoce: su pasado. Los destrozos es una historia iniciática, en la que la frontera entre lo real y la ficción se encuentra difuminada. Una especie de El guardián entre el centeno (1951) de J. D. Salinger sórdida, violenta y sexual. La actualización de su debut desde el prisma del oficio y la experiencia.

Año 1981. Ronald Reagan es presidente de Estados Unidos. Ellis es un promiscuo adolescente de 17 años con madera de escritor que se encuentra en el último curso de secundaria en Buckley junto a sus amigos Susan Reynolds, Thom Wright y Debbie Shaffer, su novia desde principios de verano. Todo cambia con la aparición del alumno Robert Mallory, un dios griego cargado de magnetismo, que desbarata la dinámica del grupo. Ellis lleva una doble vida debido a su homosexualidad: Debbie le sirve como tapadera hasta que se gradúe y pueda empezar en Bennington College. Por otra parte, el Arrastrero— un asesino en serie que guarda muchas similitudes con Francis Dolarhyde de El dragón rojo (Thomas Harris, 1981)— amenaza a los jóvenes de California. Ellis sospecha que Mallory —al que teme y desea a partes iguales— puede estar relacionado con él… 

Los Ángeles, enfermiza y perturbadora, bañada por luces de neón —El Valle de San Fernando, Beverly Hills, Palm Springs, Sunset Boulevard, Mullholand Drive, Burbank, Bel Air, Pasadena, Santa Monica, Hollywood— es un personaje más del libro. Lugares emblemáticos sumidos en misterio y horror, sectas estilo Charles Manson, coyotes aullando en la madrugada… La oscuridad del sueño americano.

Los destrozos es una novela noir cocida a fuego lento, en la que el protagonista desgrana la historia con la frialdad de un cirujano. Desde la primera página se describe el estatus de las clases adineradas: mansiones, cócteles, conciertos, pistas de tenis, restaurantes de lujo, jacuzzis, fiestas privadas, galerías de arte, discotecas de moda, piscinas y proyecciones de cine. Capítulos largos, bien hilados, escritos con una prosa obsesiva; todo fluye con naturalidad. Respecto a los personajes principales, impecablemente construidos.

Adolescentes rubios, bronceados — el ideal de belleza americana— vestidos con ropa de marca —Armani, Ralph Lauren, Brook Brothers, Calvin Klein, Gucci— con omnipresentes náuticos y Wayfarers, conducen Ferraris, Porsches, Jaguars, Corvettes y Mercedes. Chicos de calendario que parecen aspirantes al casting de American Gigolo (1980), como los que brillan en los carteles publicitarios de las colinas de Hollywood. Carismáticos y alienados, buscan emociones en el sexo, las drogas y el alcohol. Los tranquilizantes —Valium, Quaalude, Xanax— son la moneda corriente a la hora de olvidar los problemas, lo único que les permite conciliar el sueño. 

Los futuros modelos, estrellas de cine, televisión o deportes, carne de portada de revistas, son seres artificiales, sin alma. Todos cuentan con padres divorciados, ausentes o alcohólicos. Estas profundas fallas familiares eliminan cualquier clase de humanidad o empatía en sus vástagos. Nada llena el vacío, excepto la violencia, la tortura o la muerte. El libro analiza los conflictos de la juventud: narcisismo, celos, miedos, inseguridades y errores que se cometen por falta de experiencia. La entrada en el mundo adulto no será idílica; perder la inocencia conlleva pagar un precio. 

Las canciones de Los destrozos

Ellis siempre ha dado una importancia crucial a la música en sus novelas. Menos que cero y Suites imperiales, son títulos de álbumes de Elvis Costello. Patrick Bateman ofrece largas disertaciones sobre Genesis, Whitney Houston y Huey Lewis and the News, Victor Ward no termina una frase sin citar la letra de un hit… Basta con escuchar cualquiera de las adaptaciones cinematográficas de su obra —Golpe al sueño americano (1987), American Psycho (2000), Las reglas del juego (2002), Los confidentes (2008) y —guionizada por el autor— The Canyons (2013)—: los soundtracks causan impresión. 

Ellis posee un estilo posmoderno, cinematográfico, en el que los cortes que acompañan la escena sirven como banda sonora. En muchos casos, las letras cuadran con lo que sucede en las páginas. Su estética recuerda a las películas de Joel Schumacher, John Hughes o Tony Scott de los ochenta. 

Los destrozos ofrece una visión nostálgica de la época a través de sus canciones, films y literatura. Con una imaginería propia de la MTV —videoclips, New Wave, pósters en dormitorios, ambigüedad y sofisticación— encontramos pistas de combos punteros de principios de la década: Ultravox, Billy Joel, The Cars, The Buggles, Foreigner, The Go Go's, The Specials, Peter Gabriel, Blondie, U2, The Clash, Devo, The Psychedelic Furs, Dire Straits, Soft Cell, Fleetwood Mac, Elvis Costello & The Atrattions, Roxy Music, Duran Duran, Bruce Springsteen, Neil Diamond, Queen, Pretenders… La lista podría ser interminable.

Ellis identifica la relación que mantiene con Susan Reynols con We Can Get Together de Icehouse, el malogrado Matt Kellner cuenta con su propio tema, Ghost Town de The Specials, el videoclip Kids in America de Kim Wilde es analizado en profundidad mientras bebe con sus amigos en un local de Melrose... El corte estrella del libro es Vienna de Ultravox; una elección inmejorable. La música forma un mosaico indisoluble con las palabras; resulta imposible ignorar la importancia de la misma. 

El soundtrack —pop comercial destinado a las masas— contrasta con la sordidez de una historia en la que la bondad es cruelmente corrompida. En Los destrozos no resta lugar para la esperanza; el caos resulta la única salida posible. Como coda: «Casi cada noche mientras escribía el libro, en ocasiones durante tres o cuatro horas seguidas, escuchaba las canciones que resumían aquel periodo, himnos sobre la esperanza en el futuro, la nueva metamorfosis, dejar la infancia atrás: ViennaNowhere GirlIcehouseTime For Me to Fly. Pero muchas de las canciones sonaban ahora a deseo desesperado, a rechazo y a huida. Si las canciones trataban, como pensé en su momento, sobre un niño que se convierte en hombre, también trataban ahora, para mí a los cincuenta y seis años, sobre un hombre que seguía siendo un niño». En mi criterio, el mejor libro de Bret Easton Ellis desde American Psycho.