Para The Smashing Pumpkins hacer justicia a su legado, a clásicos como Siamese Dreams (Virgin, 1993) o Melon Collie and the Infinite Sadness (Virgin, 1995) siempre ha sido una tarea ardua, por no decir imposible: el listón se encuentra demasiado alto. Reinventarse, publicar obras maestras cuando se cuenta con una carrera extensa, resulta complicado para los músicos.
ATUM no ha terminado en calar en el fandom de la banda. Todo lo contrario, este clama por una reedición de Machina/The Machines of God (Virgin, 2000) e incluso alaba Mary Star of the Sea (Martha's Music, 2003) de Zwan, que cumplió su veinte aniversario el mes pasado. «Porque hay mucha gente que cree que menos es más en estos días. Estoy en el lado opuesto, de hecho, creo que más es más», declaró Billy Corgan cuando presentó el disco. A nadie le sorprende, el exceso es el modus operandi del cantante. 33 canciones más 10 temas extras… ¿Realmente es necesario que el elepé cuente con tamaña magnitud?
Corgan
hace lo que le viene en gana sin tener en cuenta la opinión ajena:
discográficas, público, mánagers, prensa musical, etcétera. Atum:
Act I (Martha's Music, 2022),
en líneas generales, recibió críticas
tibias por parte de los medios. Sus seguidores tampoco lo acogieron con los
brazos abiertos y la parroquia de los noventa ni siquiera se molestó en darle
una oportunidad. La conclusión es evidente: los fans
que siguen a The Smashing Pumpkins oscilan
entre los 25/45, año arriba, año abajo, puede que de Oceania
(EMI, 2012) en adelante. ATUM
está enfocado a ese sector, por consiguiente, cuesta creer que complazca a la
vieja guardia.
Aquellos que busquen a los Pumpkins más abrasivos se sentirán decepcionados. El single Beguiled —con sus reminiscencias a Zero— es la única canción en la que las guitarras cumplen un papel principal. Aunque los riffs de Empires y Moss suben las revoluciones —siempre desde el prisma melódico actual—, que nadie espere el feeling por el que los de Chicago alcanzaron la fama mundial. Corgan ha vendido el álbum de forma errónea: prometió un sonido impulsado por guitarras. Por desgracia, no ha cumplido su palabra. En cuanto la parte conceptual del proyecto, puro humo. Melon Collie…, Machina… y ATUM son trabajos independientes sin hilo conductor. Que nadie se deje engañar.
Se echa en falta el sentido de la melodía, del
estribillo que enganche, de la profundidad que se quede grabada en la mente y
obligue a salir a comprar el disco. Dudo que alguien coloque cualquiera de los
cortes de ATUM
por encima de las viejas glorias, cuando el grupo emocionaba, transmitía
sentimientos con su música. Ahora todo es correcto, bien meditado, pulido hasta
el extremo, sin embargo, carente de gancho. Se extraña un poco de suciedad en
los surcos. De
nada sirve componer
infinidad de cortes si ninguno está escrito con el corazón o, mejor aún, con
las vísceras. Atum:
Act II cuenta
con el mismo sonido de la primera parte; apenas se nota la diferencia.
Avalanche arranca con una introducción conducida por teclados para irrumpir en un luminoso tema pop. Neophyte destaca por su electrónica y coros: podría ser un buen sencillo. Night Waves no termina de despegar. Su inicio es prometedor, no obstante, aporta poco al elepé. La nocturna Space Age recuerda a los momentos más sosegados de Siamese Dreams. Every Morning y To the Grays, con sus atmósferas sintéticas, vuelven a transmitir la nostalgia ochentera presente en las últimas entregas de la formación.
Los sintetizadores dominan las once piezas. La batería suena tan procesada que podría tocarla cualquiera, no Jimmy Chamberlin. James Iha y Jeff Schroeder se encuentran desperdiciados, sus partes musicales pasan desapercibidas. Respecto al canto de Corgan, hace tiempo que no ofrece una interpretación memorable. Puede que por ello tenga que rodearse de voces femeninas todo el tiempo. La producción es tan límpida, saturada y comprimida que roza lo aséptico. ¿Por qué no contratan a un buen productor como antaño para salir de su zona de confort? Rabia, sudor, crudeza, hemoglobina… ¿Qué ha pasado con eso?
Llegados a la recta final nos encontramos con The Culling,
rock progresivo a lo Pink
Floyd, una agradable sorpresa que empata
con el instrumental Atum
del primer volumen. Y, como cierre, Springstimes,
balada folk acústica que recuerda al trabajo de Corgan en solitario.
Puede que el camino que debería seguir para el tercer álbum.
Atum: Act II representa una mejora respecto a su antecesor. Cuenta con temas jugosos y gana con las escuchas. Curiosamente, apenas han publicitado el proyecto. Un single, el podcast Thirthy-Three with Billy Corgan y poco más…
Se rumorea que Empires será el próximo sencillo. A la banda le espera diez bolos como cabeza de cartel en The World is a Vampire Festival con Jane's Addiction, Amy & the Sniffers, Redhook y Battlesnake de teloneros en territorio australiano. Estos son The Smashing Pumpkins del 2023… para desesperación de sus incondicionales veteranos.
Habrá que esperar al 5 de mayo para descubrir si en la última parte encontraremos la magia perdida. Las probabilidades son escasas. Crucemos los dedos.