sábado, octubre 01, 2022

EDITORS: "EBM" (PIAS, 2022)

Al igual que Violence (PIAS, 2018), la reciente propuesta de Editors continúa el camino de la electrónica matizada con altas dosis de experimentalidad. Un elepé que aporta un sonido renovado gracias a la incorporación de su colaborador habitual Blanck Mass (Fuck Buttons) como miembro oficial de la banda. Todo apunta a un nuevo capítulo en la trayectoria del grupo. 

 

Durante estos años de pandemia, la formación ha publicado The Blanck Mass Sessions Black Gold: The Best Of Editors (PIAS, 2019), aparte de el proyecto colaborativo de Tom Smith con Andy Burrows (Razorlight, We Are Scientists), Only Smith & Burrows Is Good Enough (PIAS, 2021). Los malos tiempos siempre fomentan la creatividad de los artistas. 

 

Los de Birmingham suenan revitalizados, enérgicos; una maquinaria bien engrasada que bebe del synthpop los ochenta. EBM (Acrónimo de Electronic Body Music) (PIAS, 2022) alterna entre piezas inmediatas y experimentales; la mayoría de los cortes superan los cinco minutos. La balanza se encuentra equilibrada al respecto. 

 

Heart Attack es la evolución directa de sencillos como Frankenstein o Upside Down. Sintética y bailable, el videoclip rodado por Felix Green utiliza la tecnología de Inteligencia Artificial para presentarnos imágenes con un fondo psicodélico abstracto. 

 

Picturesque, acelerada y con guitarras abrasivas, recuerda al papel que cumplió Hallelujah cuatro años atrás. Karma Climb —segundo adelanto— cuenta con base rítmica atronadora y un estribillo que engancha; un puñetazo sobre la mesa que raya gran altura.

 

Kiss —tercer single— es el corte bailable del álbum. Siete minutos que nos retrotraen a la época Music For the Masses de Depeche Mode. Tal como nos tiene acostumbrados, Smith utiliza profusión de falsetes. Unas delicadas notas de piano como colofón. Sin desperdicio. El vídeo está protagonizado por bailarines; recurso habitual de los británicos.   

 

Momento de calma con Silence, melancólica y confesional, es el tema intimista del elepé. La voz de Smith recuerda a Bono. Balada solemne acorde al estilo de la formación.  

 

Strawberry Lemonade es la pieza más agresiva del disco con su melodía pesada y diversos cambios de ritmo; un experimento que no termina de despegar. El único punto flaco de EBM

 

Vibe muestra a unos Editors industriales y bailables. Breve e intensa. Le vendría bien un remix que incida en la faceta discotequera del corte. Una rugosa Educate que roza el pop, con bajo y guitarra prominente, nos prepara para Strange Intimacy, que acierta con su cuota de experimentación. Como cierre, resulta de lo más arriesgada. 

 

Nunca podrán acusar a la formación de haberse vendido al mainstream. De Joy Division a New Order… por caer en el tópico. Los grupos surgidos del Post Punk Revival —Kasabian, The Killers, Arcade Fire, Bloc Party, White Lies, Black Rebel Motorcycle Club, etcétera—, continúan perteneciendo al circuito independiente y, por lo tanto, controlan su obra. Jamás llenarán estadios; los festivales y las salas pequeñas son su hábitat natural. Autenticidad. Ello siempre se agradece. 

 

Después de siete álbumes de estudio, es evidente que los británicos publican música para sus incondicionales. EBM es un elepé corto, directo e inmediato, de producción esmerada. Apenas proporciona un minuto de respiro. Puede que sea su trabajo más potente —salvando las distancias— desde The Back Room (Kitchenware, 2005). 

 

Hubiera sido sencillo continuar con la misma fórmula, una y otra vez, para complacer a todo el mundo. Al contrario, la banda se ha desmarcado de sus orígenes, creando un corpus musical completamente distinto. A juicio personal, me da la sensación de que sus trabajos son cada vez son más anticomerciales, que se encuentran lejos del estribillo irresistible, de la colaboración con superventas de renombre para alcanzar los primeros puestos de las listas. ¿Ello es positivo o negativo? Que el lector saque sus propias conclusiones. 

 

Al igual que otros miembros del movimiento, Editors arrastran el peso del pasado. En concreto sus dos primeros álbumes, los cuales fueron tachados de grandilocuentes, copias inferiores de Interpol y todo tipo de lindezas por parte de los medios. Los mismos críticos que se niegan a evolucionar —si llegan tan lejos— más allá de An End As A Start (Kitchenware, 2007). Por suerte, la banda ha continuado adelante sin prestar atención a la nostalgia. Perdieron público, ganaron nuevos seguidores, muchos continuaron a pesar de los cambios. Una evolución coherente que, aunque no haya satisfecho a la mayoría, ha sido fiel a sus principios.