R.E.M. fue unos de los grupos claves de los noventa. Con la publicación de Out of Time (Warner, 1991), gracias al multiplatino Losing My Religion, obtuvieron el estatus de superestrellas por el que habían estado trabajando durante toda su carrera. La banda, en vez de realizar una gira mundial para promocionar el álbum, decidió tomar un descanso. El disco había despachado la friolera de diez millones de copias; no tenían la necesidad de presentarlo en vivo para ganar dinero.
Out of Time
sonaba por la radio constantemente y la MTV los adoptó como hijos predilectos;
no tardaron demasiado en alcanzar su primer número uno en las listas
estadounidenses. El ascenso de Nirvana, Alice In Chains, Pearl Jam, Soundgarden
y Red Hot Chili Peppers hizo que R.E.M. abandonara la posición de
líderes de rock alternativo que habían ocupado hasta aquel momento. Ahora
tenían la oportunidad de grabar nuevos temas sin la presión de giras
extenuantes en su calendario; ampliar la paleta musical explorada en sus
últimos elepés. Fue una época de gran creatividad: querían demostrar al mundo
que eran capaces publicar un trabajo que superara al anterior en el menor
espacio de tiempo posible.
Grabado
a lo largo y ancho de Estados Unidos —Athens, Nueva Orleans, Bearsville, Florida,
Atlanta y Seattle— en diferentes estudios y con diversos técnicos de sonido, Automatic for the People (Warner, 1992)
destaca por una propuesta compacta, la calidad de sus temas y los arreglos
orquestales cortesía de John Paul Jones (ex bajista de Led Zeppelin). El grunge
dominaba el planeta con sus guitarras ensordecedoras; canciones rabiosas llenas
de amargura y decepción matizadas por la heroína. R.E.M. se desmarcó de la
corriente imperante con un disco acústico, tenebroso y melancólico que hablaba
del dolor, el sufrimiento, la muerte, el miedo y la pérdida de la inocencia. Los
medios sensacionalistas, ávidos de titulares, llegaron a la conclusión que
Michael Stipe había contraído el virus del VIH.
Drive, pieza hipnótica y ominosa, fue lanzado como primer sencillo. La letra
con su referencia a las drogas y al rock and roll como válvula de escape de una
generación tan conformista como impotente, es una crítica al gobierno
republicano. El fabuloso solo de guitarra de Peter Buck es el mejor de todo el
álbum. La discográfica intentó convencerles
que publicaran un tema más atractivo para todos los públicos como Man on the Moon —con sabor a los años
cincuenta inspirada en el cómico Andy Kaufman— o The Sidewinder Sleeps Tonite —en la que destaca una melodía saltarina y el canto jovial de Stipe; los momentos más asequibles entre tanta desolación—, pero la banda se negó en redondo. Nunca se habían
vendido y no pensaban hacerlo a aquellas alturas; jamás volverían a componer
himnos de consumo fácil como Pop Song 89 o Shiny Happy People.
Ignoreland recuperaba el tono político y la
abrasión sonora de Document (IRS,
1987) al reprender el mandato de George Bush. Star Me Kitten, con su extraña y anticomercial melodía
de órgano, trataba sobre el sexo por
placer, sin compromisos ni emociones. Impagable la versión del escritor William
Burroughs que lleva el tema a las profundidades de la perversión. New Orleans
Instrumental No. 1 transmite bourbon, noches calurosas y soledad. Monty Got A
Raw Deal era una elegía al
malogrado Montgomery Clift, sobre una sociedad que discrimina a los
homosexuales. La conmovedora Everybody Hurts —el tema más popular del disco
convertido en un himno de superación. A pesar de todos los problemas, el
suicidio no es una alternativa adecuada—, hablaba sobre la muerte al igual que Try
Not To Breathe —en el que recuperaban su papel de trovadores del Sur. Un corte
folk sobre una anciana que decide quitarse la vida—, Find the River —otra hermosa balada que trata sobre
dejarse llevar por el destino—, Sweetness
Follows —pura distorsión acústica. Un personaje que ha
perdido a sus padres sin tener la oportunidad de reconciliarse con ellos— y Nightswimming —con su bella
melodía de piano cortesía de Mike Mills. Imágenes de jóvenes desnudos nadando
bajo la luna llena— hacían hincapié
en la añoranza; en la belleza del pasado antes de que todo cambiara a peor. Las
letras de Stipe, misteriosas, ambiguas y lúgubres, estaban abiertas a toda
clase de interpretaciones.
Irónicamente,
aunque no llegó a alcanzar las cifras de Out of Time, el álbum fue un éxito arrollador. Cimentó la reputación de la
banda y está considerado su mejor trabajo, tanto por el público como por la
crítica. La producción de Scott Litt es de primera categoría. Cuenta con un
sonido que bebe del rock, folk, country y pop, y una instrumentación atípica:
arreglos orquestales, violines, violas, violonchelos, oboe, mandolina, piano,
armónica y clarinete. Anton Corbijn fue el encargado en fotografiar al grupo en
una serie de instantáneas en blanco y negro; el libreto interior realzaba la
atmósfera de nocturnidad que emanaba del elepé.
Aparte
del disco remasterizado, en esta edición especial encontramos el único
concierto que R.E.M. ofreció en 1992. La cita fue en Athens, su ciudad natal,
en el 40 Watt Club. La actuación repasa los mejores temas de Automatic for the People y Out of Time con el añadido de clásicos
de su trabajo de los ochenta como Radio Free Europe, Fall On Me, Begin to Begin o Finest Worksong. Material digno de coleccionistas.
La actuación es tan enérgica como soberbia; lástima que no hicieran una gira en
el punto álgido de su carrera. Por
último, un cedé con demos, rarezas y tomas alternativas que no habían visto la
luz hasta la fecha. La mejor manera de conocer la génesis del elepé junto al
exhaustivo libreto de Tom Doyle y entrevistas a los cuatro miembros de la
formación —incluido el batería Bill Berry que renunció al mundo del espectáculo
en 1997— exclusivas para esta antología.
Automatic for the People
continúa siendo tan vigente en la actualidad como el día de su lanzamiento. Un
viaje sin retorno a través de una autopista bordeada por el desierto que se
extiende en todas las direcciones. Un retrato de la vida y la muerte, del
recuerdo y la nostalgia, de las inevitables despedidas al perder a los seres amados.
Las estrellas brillan en el cielo a oscuras; aún resta esperanza.