De Montour estaba de pie, con las
piernas en tensión, los brazos echados hacia atrás y los puños cerrados. Los
músculos se marcaban bajo la piel y sus ojos se agrandaban y cerraban
sucesivamente; las venas le palpitaban visiblemente sobre la frente, como si
estuviera realizando un enorme esfuerzo físico. Mientras lo observaba, y para
mi horror, ¡una informe e indescriptible cosa apareció de la nada y adquirió
una vaga forma!
Cabeza de lobo
Después
de vender Cabeza de lobo (portada de Weird Tales, abril 1926), Howard
escribió La raza perdida (Weird Tales, enero 1927), un cuento
prehistórico al estilo de Lanza y
Colmillo, y La hiena (Weird Tales, marzo 1928). Al igual que
las anteriores historias publicadas en la mítica revista, estas revelan a un
escritor principiante que lucha por encontrar un estilo propio. Durante el año
académico de 1926-27, el texano participó en el periódico escolar de Howard
Payne, The Yellow Jacket, con piezas
cortas con toques de comedia como Cupido
contra Pólux. Después de recibir su diploma de contabilidad regresó a Cross
Plains: tenía un año por delante para labrarse un futuro como novelista.
El
trabajo de aquel otoño fue exitoso: Farnsworth Wright había aceptado El sueño de la serpiente (Weird Tales, febrero 1928) y El reino de las sombras (Weird Tales, agosto 1929) y una serie
de poemas. Howard intentó abrir brecha en otros mercados que pagaran ipso
facto, no cuando apareciera el relato publicado, y envió cuentos a revistas
como Adventure Magazine, Argosy y Blue Book, sin éxito. La historia Sombras rojas después de ser rechazada por Argosy, fue vendida a Weird
Tales por ochenta dólares y ocupó la portada del número de agosto de 1928.
Sombras rojas
inició la saga de una de las creaciones más populares del texano: el espadachín
Solomon Kane, un antihéroe sombrío y riguroso, azote de los pecadores, que
recorre misteriosas regiones impartiendo justicia a golpe de espada. La mayoría
de las historias del puritano están ambientadas en una África fantástica
poblada por caníbales, magia negra, junglas, esclavistas, imperios en
decadencia y criaturas sobrenaturales. Kane —anchos hombros, enlutado de la cabeza a los pies, fibroso como un lobo, de rostro
severo y circunspecto— resulta atípico en el universo de héroes primitivos,
ciclópeos y musculosos del autor. Entre 1928 y 1931, Howard escribió nueve
historias y tres poemas sobre el personaje. Como curiosidad, cabe destacar Espadas de la hermandad —un relato de
capa y espada carente de elementos sobrenaturales que no logró vender a Argosy ni a Adventure— que ha sido injustamente despreciado por los estudiosos
durante décadas. La historia sería reescrita en 1968 por otro autor que añadió
un monstruo acuático completamente prescindible, destrozando la obra original
con su ínfimo talento. Por desgracia, este sería el destino de la mayoría de
los relatos del texano. En España, Espadas
de la hermandad fue suprimido de la edición de Valdemar y reemplazado por La sombra del buitre, un cuento
histórico que nada tiene que ver con el puritano. Espero que el paso del tiempo
haga justicia a esta historia y la coloque en el lugar que merece por derecho
propio.
Durante
la primavera de 1928, mientras escribía su novela autobiográfica Post Oaks and Sand Roughs y el western Oro español en Devil Horse (ambas
obras tardarían décadas en ver la luz), influenciado por Lord Dussany, Lewis
Spence y Edgard Rice Burroughs, Howard presentó a Kull, otra de sus grandes
creaciones literarias, preludio del cimmerio que lo llevaría a la fama. Kull es
un bárbaro del mítico y salvaje continente de Atlantis que logra por sus
propios medios coronarse rey de Valusia, la nación más poderosa y sofisticada
del Mundo Thurio. De las ocho historias terminadas sobre el atlante, Howard
solo logró publicar dos en vida; enviarlas todas juntas a Weird Tales resultó un error de cálculo. Wright eligió aquellas que
más le gustaron y desestimó el resto. Los tres cuentos restantes que no llegó a
completar, como de costumbre, fueron finiquitados por otros autores. El texano
había demostrado a su padre que podía ganarse la vida como escritor
profesional: jamás se molestó en volver a buscar trabajo.
VILLANOS
EN LA CASA
(WEIRD TALES, ENERO DE 1934)
Otro carcelero ocupó su lugar. Era
un individuo imperturbable y digno de confianza, al que ninguna clase de
soborno podía apartar de su deber. Carecía de imaginación, pero tenía una idea
muy elevada de la importancia de su puesto. Después de que Athicus
desapareciera para ser acusado formalmente ante el magistrado, este carcelero
hacía las rondas por las celdas de manera rutinaria.
Al pasar delante de la de
Conan, se sintió indignado y ultrajado al ver que el prisionero estaba libre de
sus cadenas royendo los últimos trozos de carne de un enorme hueso. El
carcelero estaba tan disgustado que cometió el error de entrar solo en la
celda, sin llamar a los demás guardias. Fue su primera equivocación en el
cumplimiento del deber... y la última. Conan le partió la cabeza, con el hueso,
le quitó el puñal, cogió las llaves y salió de allí con toda tranquilidad. Tal
como Murilo había dicho, había un solo guardia de servicio allí por la noche.
El cimmerio atravesó los muros de la prisión valiéndose de las llaves que
acababa de robar y luego salió a la calle tan libre como si el plan de Murilo hubiera
sido un éxito.
Escrito
a principios de enero de 1933, Villanos
en la casa apareció publicado un año más tarde en las páginas de Weird Tales. La historia nos devuelve a
la época de ladrón del bárbaro que, a diferencia del Conan de El dios del cuenco, ha ganado en
experiencia. Nos encontramos con Murilo, un noble que contrata los servicios
del cimmerio —que se encuentra en prisión por una disputa tabernaria— para que
elimine a Nabonidus, sacerdote del rey, enemigo que pretende acabar con su vida
para dominar la ciudad. Este accede a liberarlo pero, por una serie de
avatares, Conan consigue escapar por sus propios medios y, sintiéndose en deuda
con el aristócrata, decide terminar el trabajo.
La
vivienda del Sacerdote Rojo resulta ser una trampa mortal para los visitantes
no deseados:
Lo que parecía ser un disco de
plata era en realidad un enorme espejo colocado en la pared. Un complejo
sistema de tubos de cobre sobresalían de la pared que estaba encima del disco y
se inclinaba hacia abajo en ángulo recto. Al mirar esos tubos, Murilo vio un
increíble conjunto de espejos más pequeños. Observó con atención el de mayor
tamaño y lanzó una exclamación de asombro. Conan, que miraba por encima de su
hombro, emitió un gruñido. Parecían estar mirando a través de una ventana hacia
el interior de una habitación bien iluminada. En las paredes había grandes
espejos y entre uno y otro se veían tapices de terciopelo; también había lechos
de seda, sillas de ébano y marfil y puertas cubiertas de cortinas que daban a
las otras habitaciones. Delante de una puerta desprovista de cortinas había una
enorme figura negra sentada que contrastaba grotescamente con la opulencia de
la habitación.
Villanos en la casa
constituye un soplo de aire fresco entre las rutinarias historias narradas
entre los meses de octubre de 1932 y enero de 1933 y es uno de los mejores
relatos de la juventud del cimmerio, tan solo un peldaño por debajo de La torre del elefante.
EL
VALLE DE LAS MUJERES PERDIDAS (MAGAZINE OF HORROR, 1967)
El cimmerio se sacudió el sudor y
la sangre que le cubrían el rostro, envainó la espada y dijo:
—Levántate. Reconozco que mi trato
no era limpio. No siento ningún remordimiento por lo que le hice a aquel perro
negro de Bajujh, pero tú no eres una muchacha que se pueda comprar o vender.
Las costumbres de los hombres varían de un lugar a otro, pero no hay que
comportarse como un cerdo. Después de haber recapacitado, comprendí que
obligarte a cumplir tu promesa sería lo mismo que forzarte. Además, no eres lo
suficientemente fuerte como para vivir en estas tierras. Eres una mujer de
ciudad, de libros y de costumbres civilizadas; no es culpa tuya, pero
seguramente morirías en seguida en este ambiente. Y de nada me serviría una
muchacha muerta. Ven, te llevaré hasta la frontera de Estigia. Desde allí podrás
regresar a tu hogar, en Ofir
Durante
1932, Howard había publicado El horror
del montículo, El hombre en el suelo
y El corazón de viejo Garfield;
relatos que mezclaban lo sobrenatural con el ambiente propio de la región. Inspirado en el folclore y las
historias del Oeste, El Valle de las
mujeres perdidas fue el primer intento (fallido) del texano por incluir el western en la Era Hiboria. Livia, una
joven aristócrata capturada por una tribu de los Reinos Negros, va a ser
ofrecida al cimmerio como esclava. Durante una cena homenaje a su persona por
parte de los Bakalah, este recibe una oferta de la prisionera: podrá disponer
de ella a su antojo siempre que extermine al hombre que mató a su hermano.
Nuevamente, nos encontramos con un bárbaro que, a pesar de su caballerosidad
con el sexo opuesto, no siente remordimiento a la hora de pagar a sus rivales
con la misma moneda que estos pretenden tratarlo a él.
Después de una noche de celebración,
aprovechando la borrachera de los guardias de Bajujh, Conan ordena pasar a
cuchillo a sus adversarios para no ser traicionado por los mismos en un futuro.
La muchacha, al verlo aproximarse chorreando sangre con la cabeza del asesino
de su hermano en el puño, temiendo ser violada, escapa completamente desnuda a
lomos de un caballo. Su huída la conduce a un misterioso valle gobernado por
mujeres de piel bronceada que deciden sacrificarla a una horrenda criatura
venida de otro mundo a la que adoran.
Este
relato, al igual que La hija del gigante
helado y El dios del cuenco,
quedó inédito durante muchos años. Considerada la historia más débil de la saga
(y con razón) marca la primera pausa que Howard tomaría del personaje desde su
creación a mediados de 1932. Este tardaría seis meses en volver a escribir
sobre el bárbaro, mientras tanto se centraría en los cuentos humorísticos del
Oeste americano protagonizados por Breckinridge Ellis, las historias de boxeo
de Steve Costigan/Dennis Dorgan, los relatos policiacos de Steve Harrison y las
aventuras orientales del pistolero Francis Xavier Gordon.
EL
DIABLO DE HIERRO
(WEIRD TALES, AGOSTO DE 1934)
… Luchó con las piernas apoyadas
firmemente en el suelo, sintiendo que sus costillas se hundían y que su vista
se nublaba, mientras que la cimitarra centelleaba sobre su cabeza. Entonces,
con un movimiento rápido, cortó escamas, anillos, carne y vértebras. Y allí
donde hacía unos segundos había habido una gruesa soga que se retorcía en una
lucha feroz, había ahora dos cuerdas que se agitaban con estertores de muerte.
Conan se apartó del animal cortado en dos. Estaba mareado y asqueado. La sangre
manaba de su nariz en abundancia. Tanteando en medio de la oscura bruma, tomó a
Octavia por los hombros y la sacudió, hasta que la joven abrió la boca para
respirar.
—La próxima vez que te diga que te
quedes en algún lugar, ¡obedece! —dijo Conan.
El diablo de hierro,
vendido por 115 dólares a Weird Tales,
resulta una extensión de Sombras de
hierro a la luz de la luna. En la historia encontramos la resurrección de
un antiguo nigromante, una ciudad creada por la magia, una bella muchacha en
apuros y una conjura para eliminar al protagonista. Aunque el relato es una
obra bien escrita, carece de la frescura y originalidad de las primeras
historias del cimmerio. Esta (al igual que El
coloso negro y la futura La hora del
dragón) comienza con el despertar de un demonio del mundo antiguo que lleva
dormido desde tiempos inmemoriales. El jefe de los kozakos es atraído a la isla
de Xapur por sus enemigos gracias a un cebo irresistible: una joven bailarina
(a la que han permitido escapar) que Conan desea poseer. Una vez en la isla, se
encuentra con una urbe reconstruida gracias a la brujería:
Conan se quedó inmóvil, como
paralizado, durante un largo rato, porque tenía ante sí algo que le hizo pensar
que se había vuelto loco. No dudaba de su vista ni de su razón, pero allí
estaba ocurriendo algo monstruoso. Hacía menos de un mes, entre aquellos mismos
árboles, sólo habían ruinas. ¿Qué manos humanas habían sido capaces de
construir aquella enorme estructura de piedra, que ahora contemplaban sus ojos,
en las pocas semanas que habían transcurrido?
Antes
de encontrar a Livia, el bárbaro descubre que los habitantes de la ciudad (como
en Xuthal del crepúsculo) permanecen
en un estado perenne de ensueño, narcotizados. A Conan no le queda más remedio
que enfrentarse al diablo que gobierna la isla, a los individuos que pretenden
matarle y salvar a la joven. El diablo de
hierro consiguió la portada de aquel mes y marca el final de la primera
etapa del personaje.
En
enero de 1934, Howard recibió una carta de rechazo del editor británico Denis Archer
sobre la selección de relatos que había enviado en mayo del año anterior. Este
le sugirió que lo intentara con una novela larga. Aquel fue el primer paso que
le impulsaría a narrar una de sus mejores obras: La hora del dragón.