miércoles, enero 20, 2016

ZIGGY STARDUST: SUICIDA DEL ROCK 'N' ROLL

«No creo en la muerte, porque uno no está presente para saber que en efecto ha ocurrido». 

Andy Warhol

Introducción

Todo había terminado…

La fama, los conciertos, las giras interminables, las drogas, las apariciones mediáticas, las limusinas, las groupies… No quedaba nada.

En un principio, los destellos de neón de los anuncios publicitarios y los flashes de las cámaras fueron hipnóticos: disfrutaba de su merecida popularidad; había trabajado duro para llegar a la cima. Durante sesenta meses consecutivos, sus singles y discos fueron número uno en todos los rincones posibles del planeta. Podía considerarse la mayor estrella del rock de la historia y, con diferencia, una supernova que había ascendido a lo más alto… para hacer explosión.

Deprimido, Ziggy Stardust se inclinó sobre la mesa de cristal, tomó un exótico tubo de platino decorado con filigranas e inhaló dos enormes líneas de cocaína. Después, se frotó la nariz y se lamió las encías insensibilizadas con la lengua flácida. Estaba tan pasado de rosca que ni siquiera las drogas lo auxiliaban a escapar del espantoso letargo que lo dominaba. El material, adquirido por el roadie de la banda en el Village, Nueva York, apenas estaba cortado. Como podía comprobar, el camino del exceso conducía al templo de la sabiduría.

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Five Years

Su mente regresó al pasado, cinco años atrás, cuando supo que la Tierra estaba condenada a perecer. Ziggy fue el único que adivinó que el mundo tenía las horas contadas: cambio climático, impacto de un meteorito, pandemia viral, terrorismo, guerra nuclear, rebelión de las máquinas contra el hombre, supervolcanes, agotamiento de los recursos naturales… Una serie de catástrofes aniquilaron a la humanidad que, ciega en su arrogancia, ignoró premeditadamente sus advertencias.

Un día cualquiera, al despertar después de una noche de excesos, descubrió que había llegado el final que había vaticinado en sus álbumes. Ziggy no logró sentir piedad o tristeza por lo sucedido: los líderes políticos que pudieron impedir la hecatombe no le hicieron ningún caso, y los fans estaban más preocupados por fornicar y colocarse que por descifrar sus elaboradas letras. Puta contracultura... Aquellos idiotas habían labrado su propio destino.

A través de los ventanales de fibra de vidrio, la visión de las calles transformadas en pozos fuliginosos cubiertos de cadáveres resonó contra las paredes de su cráneo. Stardust se preguntó cuál fue el auténtico motivo que había producido aquel caos: ¿un virus? ¿una explosión atómica? ¿un meteorito? Nunca lo sabría; llevaba demasiado tiempo inmerso en su propio universo, aislado de sus semejantes, recreándose en su ego, enervado por las enormes cantidades de farlopa que consumía a diario.

La sociedad se había hundido y él, para bien o para mal, era el único superviviente. El destino no había cesado de obrar con una monstruosa ironía: Ziggy intentó evitar el Armagedón con todas sus fuerzas, sin éxito. El peso de la derrota destrozaba su conciencia con sus bordes afilados y lo hacía sentir como una mierda; parecía un monstruo kabuki, glacial e inexpresivo, atrapado en una prisión de cromo líquido.

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Soul Love

La Tierra, a su llegada, rebosaba amor por los cuatro costados. Jóvenes recorrían las calles tomados de la mano, serenos y felices, ajenos a todo mal. Stardust sonrió con cierta amargura mientras jugueteaba con un mechón de su cabello color zanahoria: jamás podría retroceder en el tiempo y cambiar lo sucedido.

Recordaba días de vino y rosas, de carmín y brillantina, de sonrisas y sueños, cuando las metrópolis cubrían los continentes hasta donde la vista podía alcanzar. Los rascacielos de acero y cristal que punteaban los límites del firmamento, altos y orgullosos, ahora solo eran ruinas calcinadas.

Recordaba a todas las personas que había amado, tanto hombres como mujeres, durante sus correrías como estrella del pop. Centenares de jóvenes vestidos como él, con un rayo brillante pintado cruzándoles el rostro, le habían ofrecido sus cuerpos y anhelos sin ningún tipo de duda moral o filosófica. Aunque siempre se hubiera negado a admitirlo, era un romántico por naturaleza. Por desgracia, aquellos chicos y chicas habían fallecido; solo le quedaba el amor divino para consolarse.

Recordaba bosques verdes, océanos azules y brillantes, montañas escarpadas coronadas de blanco, enternecedoras puestas de sol que acariciaban su frío corazón como los dedos de un amante. Aquella fue una época feliz; no podía negarlo, a pesar de todo lo que sucedió después. Nada lo conmovía más que el valor de la pérdida. Ziggy estaba solo; no le quedaba nada a lo que aferrarse, excepto una montaña de polvo blanco que menguaba por minutos.

3

Moonage Daydream

Stardust había ideado una estratagema para intentar salvar a la humanidad: se convertiría en una «Zorra del Rock ‘N’ Roll» y se presentaría en todos los hogares como el invasor del espacio que era. Evidentemente, sabía que los padres bienpensantes repudiarían su actitud; la arriesgada propuesta que tenía en mente no sería del agrado de las almas cristianas: una revolución sexual a gran escala que aniquilaría los anticuados conceptos sociales inculcados durante miles de generaciones.

Con la mente llena de hirvientes pensamientos y una energía ilimitada, Ziggy se puso manos a la obra y comenzó a buscar músicos para montar una banda. Quería tocar un rock innovador, totalmente adelantado a su época, sin parangón en el panorama musical. Primero estudió el mercado, dominado por productos comerciales creados por grandes compañías discográficas: títeres sin talento alguno que cantaban lo que les ponían delante de las narices; subproductos obsesionados por el éxito que no representarían amenaza alguna cuando él saltara a la palestra.

Un mes más tarde consiguió el equipo básico para montar su grupo —guitarra, bajo y batería— a través de un anuncio publicado en las páginas de Melody Maker. Los elegidos, tres jóvenes de Hull de aspecto ambiguo y soñador, encajaban como un guante en sus ambiciosos planes. Sin dudarlo, alquilaron los estudios Trident de Londres y contrataron los servicios de Ken Scott, uno de los mejores productores de Inglaterra, para pulir las aristas. Durante doce semanas ininterrumpidas trabajaron duro, centrándose en los arreglos, los solos de guitarra y las letras que definirían el álbum. Ziggy fue el motor que guio las sesiones. Sus temas favoritos eran los siguientes: sexualidad, política, estupefacientes, estrellato, decadencia, aislamiento y locura. ¿Cómo podría encajar todos aquellos conceptos con estilo?

A diferencia de los álbumes que vendrían después, la grabación fue tranquila; un ambiente colaborativo y optimista llenaba las sesiones. Stardust compuso todas las canciones, tocó la guitarra acústica y coprodujo el álbum. La historia del elepé —que sería premonitoria— trataba sobre un extraterrestre que llegaba a la Tierra para salvarla de la destrucción convirtiéndose en un mesías del rock. Como era lógico, el protagonista de la narración —el propio Ziggy— terminaría olvidando sus objetivos y sería víctima de su descomunal éxito. La realidad imitaba a la ficción y la ficción imitaría a la realidad: una paradoja cósmica de proporciones infinitas.

4

Starman

El disco, turbadoramente titulado The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, contó con una monstruosa campaña de promoción que lo catapultó al número 1 de las listas británicas y estadounidenses. Una histeria colectiva, superior a la de The Beatles, invadió el planeta de un extremo a otro. Multitudes se volcaron a las tiendas para comprar el álbum, que se convirtió en el debut más vendido de todos los tiempos: cincuenta millones de copias en doce meses. Al final de su corta carrera, Stardust recibiría la notificación de que había superado los doscientos millones de unidades despachadas. Un récord que ninguna banda obtuvo ni antes… ni después.

Los discos de oro, platino y uranio, el Mercury Prize, los Brit Awards, el Ivor Novello y los premios Grammy comenzaron a amontonarse en las oficinas de la discográfica. Estrellas en el paseo de la fama de Hollywood, menciones en el Libro Guinness de los récords… De una banda desconocida del sur de Inglaterra, Ziggy y las Arañas de Marte ascendieron hasta la cima del pop, codeándose con los artistas más grandes de la historia. El equipo de marketing planificó una gira mundial de veinte largos meses por Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Europa, Extremo Oriente y Sudamérica. El escenario —que representaba una megalópolis aniquilada— alcanzó cotas de sofisticación jamás vistas hasta el momento: cincuenta toneladas de andamios, iluminación y equipos de sonido. Se necesitaba una enorme infraestructura para trasladarlo de un sitio a otro a través de grandes distancias. Este estaba valorado en cinco millones de libras y requería cien hombres y dos días para montarlo, sin contar con la veintena de camiones de quince metros de largo destinados a transportar todo el equipo.

A través de la radio, Ziggy entró en todos los hogares gracias a su pop melódico de gran calidad. Los jóvenes pasaban la noticia de boca en boca a sus amigos, entusiasmados por la nueva estrella que despuntaba en el firmamento. Su celebrada actuación en Top of the Pops —glamoroso, provocativo y seductor— despertó las iras de los padres que no querían que sus hijos escucharan a «un puto maricón». Durante aquella época, todos querían ser como Stardust: tener su mismo peinado; vestir sus exóticos modelos kabuki; llevar sus plataformas; maquillarse de manera andrógina. Las fotografías de Brian Ward en Heddon Street crearon escuela; incontables admiradores imitaron la pose de la portada del elepé. El Apocalipsis había comenzado. Elvis debía estar muerto de envidia…

5

It Ain’t Easy

La cubierta del disco aparecía en todos los medios informativos. Se distribuyeron carteles en las paradas de autobuses, estaciones de metro y aeropuertos. Colgaron enormes anuncios en la Gran Pirámide de Giza, los Jardines Colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa, la Estatua de Zeus en Olimpia, el Mausoleo de Halicarnaso, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría. Muñecos, disfraces, chapas, pósteres, cereales, libretas, carteras escolares, videojuegos e innumerables artículos más entraron en la campaña de marketing. Coca-Cola y McDonald’s adquirieron los derechos para promocionar la gira por mil millones de dólares cada una. El presidente de los Estados Unidos y la reina de Inglaterra se declararon incondicionales del grupo. El primer concierto, celebrado en el Estadio de Wembley, con capacidad para noventa mil espectadores, despachó suficientes entradas para llenarlo durante semanas.

Mientras tanto, Ziggy recordaba lo difícil que había sido llegar a la cima. En un principio, nadie confiaba en él, y menos en la belleza de su música. Los ejecutivos de las casas discográficas suelen ser hombres avaros y desconfiados que solo se rigen por los beneficios que el producto pueda ofrecer; la calidad es algo totalmente irrelevante en cualquier aspecto. El dinero suele ser lo único que importa, pase lo que pase.

Ahora, siendo un ídolo multimillonario con una docena de discos de oro en su poder, aquellos que lo habían despreciado tenían motivo para lamentarlo. El presidente de Warner Records, que en un principio tildó a las Arañas de Marte como «una banda mediocre que canta sobre drogas, la sodomía y el fin del mundo», sufrió un ataque al corazón al descubrir que el álbum había vendido más ejemplares que la Biblia en la última década. Idéntica suerte corrieron un sinfín de ejecutivos, roadies y mánagers que, ante las burlas de la competencia, no tuvieron otra opción que abandonar sus despachos: nunca se perdonarían haber dejado pasar aquella jugosa oportunidad. Desde el escenario, acompañado por la troupe de mimos de Lindsay Kemp, Stardust se disponía a lanzar su ofensiva al mundo..

6

Lady Stardust

El grupo tenía un jet privado con el logotipo del disco pintado sobre el fuselaje: una imagen de Ziggy vestido con un bonito mono plateado. Contaban con un equipo de filmación dirigido por D. A. Pennebaker que se encargaría de grabar un documental sobre la gira. Su mánager, Tony Defries, era un individuo de confianza, un caballero de la vieja escuela que estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta para proteger los intereses de sus pupilos. Contrataron a un equipo de trescientas personas y una brigada de seguridad formada por exagentes del FBI, que habían protegido a Frank Sinatra y al mismísimo presidente Nixon. El director técnico dispuso una innovadora iluminación para el escenario, que consistía, entre otras cosas, en franjas de luz blancas y negras que daban un aspecto fantasmagórico a los atrezos en ruinas. Todo estaba preparado para el mayor espectáculo que el planeta conocería.

Durante la primera manga de la gira, todo marchó de maravilla: aforos completos, críticas entusiastas y un público enloquecido al borde de la histeria colectiva. Poco después, al cruzar el Atlántico y dejar atrás la vieja y querida Inglaterra, también los estadounidenses sucumbieron con rapidez al magnetismo de la banda. 

Las apariciones televisivas fueron un triunfo rotundo, especialmente en Russell Harty Plus y en The 1980 Floor Show, donde Ziggy compartió escena con Marianne Faithfull, enfundada en un provocador hábito de monja. Fue una performance transgresora, erótica y casi blasfema. Aquella  interpretación resultó tan perturbadora como inolvidable.

El fenómeno alcanzó tal magnitud que incluso grupos conservadores —desde el Ku Klux Klan hasta los mormones—, poco inclinados a simpatizar con la ambigüedad sexual del artista, se sorprendieron tarareando sus canciones... e incluso experimentando con el maquillaje. Gracias a Stardust, aquellos hombres fanáticos y duros de roer descubrieron una parte sensible y femenina que no tardó en salir del armario. ¡Literalmente!

Cuando el equipo pasó por Texas, Ziggy comenzó a hacer de las suyas, travistiéndose en el escenario delante de miles de incondicionales. En épocas pasadas, aquel acto habría sido motivo de escarnios. Los medios alabaron la brillantez de la puesta en escena y la calidad de los trajes de mujer diseñados por él mismo: otro punto a favor que elevó su reputación en los ámbitos de la moda. Los diseñadores que llevaban décadas en el negocio admiraron su buen gusto: Giorgio Armani, Ralph Lauren, Tommy Hilfiger, Diane von Fürstenberg, Gianni Versace y Jean Paul Gaultier. Todos convinieron en que les quedaba mucho por aprender y que Stardust había llevado el género a un nivel que les costaría años alcanzar. Desgraciadamente, ninguno podría cumplir aquel sueño; faltaba poco para el fin del planeta.

7

Star

Desde su aterrizaje en la Tierra, Ziggy se había sentido atraído por las estrellas de rock. Había algo perverso en aquellas personas que, con su música, podían cambiar la mentalidad y la vida de millones de individuos anónimos. Gracias a Stardust, las viejas glorias que llevaban más de una década sin sacar un single de éxito volvieron a lo más alto cuando empezaron a versionar sus temas. Durante seis meses, Ziggy llegó a tener veintidós canciones en el Top 40, entre covers ajenos y sencillos propios; nadie podía creer lo que estaba pasando.

En las entrevistas promocionales, Stardust citaba como influencias a Vince Taylor, Kim Fowley, The Legendary Stardust Cowboy, The Velvet Underground —con su cantante Lou Reed a la cabeza— y The Stooges —liderados por el carismático Iggy Pop—. Los críticos intentaron encontrar rastros de todas aquellas bandas en las letras y melodías de las Arañas de Marte, pero tal tarea fue estéril; el grupo era demasiado original para encasillarlo en algún género conocido.

A raíz de ello surgiría un nuevo movimiento musical que los medios catalogaron como glam rock o glitter rock. El virtuosismo y la técnica de las bandas psicodélicas desapareció sin dejar rastro. En el fondo, el género siempre fue aburrido, con solos de veinte minutos que ningún cristiano hubiera podido soportar a no ser que estuviera puesto de LSD. Stardust aportó una corriente de aire fresco al mainstream con sus melodías pegadizas llenas de frescura. ¡Al diablo con los conejos blancos y los submarinos amarillos! Antes de un año, un sinfín de grupos siguieron el camino que las Arañas de Marte habían creado de la nada: Roxy Music, Queen, Slade, Elton John, Suzi Quatro, Gary Glitter, Mud, Sweet, Mott the Hoople, Cockney Rebel, Wizzard…

Marc Bolan, líder de T. Rex y compañero de correrías de Ziggy, se quedaría con la miel en los labios al comprobar cómo su colega conseguía los laureles de la fama con los que él tanto había soñado. En los negocios, el pez pequeño siempre es devorado por el más grande, y Stardust no hacía más que confirmar una teoría tan vieja como el mundo.

8

Hang On To Yourself

En los camerinos, después de los conciertos, aparte de la consabida ración de flores, drogas y adulaciones, las groupies luchaban por los favores de los miembros del grupo. Esto también se extendía a los hombres: muchachos jóvenes e imberbes, que apenas alcanzaban la mayoría de edad, querían hacer el amor con Ziggy, Ronno, Weird y Gilly por encima de todas las cosas. Divertido, Stardust aceptaba de buena gana las proposiciones de sus fans. Según la leyenda, más de mil personas llegaron a pasar por sus brazos: un récord que Lord Byron había necesitado toda una vida para cumplir.

Ziggy disfrutaba de cualquier oportunidad; jamás hacía ascos a nada y, lo más importante, estaba abierto a una infinitud de posibilidades: cuanto más perversas, mejor. Gracias a su descomunal fama, podía conseguir lo que quisiera: los mejores pasajes de avión, las mejores suites de hotel, las mejores limusinas, los mejores restaurantes, los mejores narcóticos, las mejores groupies… No existía límite alguno. Stardust no tenía ningún tipo de sentido de la moralidad ni de la culpabilidad católica; era libre como un pájaro. Las convenciones sociales de la época tampoco le afectaban; estaba por encima del bien y del mal.

¿Por qué Ziggy resultaba tan irresistible? Aparte de la conversación y sus excepcionales dotes como amante, poseía una belleza difícil de igualar, sin contar su talento en el escenario y una voz prodigiosa que alcanzaba cualquier registro. Sus ojos de distinto color —el derecho, azul; el izquierdo, gris— hipnotizaban a todos los mortales. Su cabello naranja —con aquel corte de pelo sensacional— era la envidia de todo el mundillo artístico. Su cuerpo —delgado y andrógino— incitaba a cualquier locura sexual. Stardust no se tomaba demasiado en serio a sí mismo; tenía un objetivo que cumplir y procuraba mantener los pies sobre la faz de la Tierra. Todo ello cambiaría en el transcurso de las siguientes semanas.

9

Ziggy Stardust

Ziggy se encontraba deprimido: llevaba demasiados meses en la carretera y la presión de la fama le estaba resultando insoportable. Ávida de nuevos éxitos, la discográfica lo había obligado a entrar en el estudio, solicitando un álbum que igualara —o superara— el nivel de ventas de su predecesor. Stardust se resistió a la idea: no había compuesto material nuevo y necesitaba un descanso, pero Defries le mostró el contrato, inflexible. De no cumplir lo pactado, lo demandaría.

A regañadientes, no le quedó más remedio que reunir a las Arañas y regresar a Inglaterra con el rabo entre las piernas. Durante las sesiones, no existía ninguna clase de química entre los músicos; la empatía sobrehumana que los unía en el pasado era historia. Ninguno entendía las letras improvisadas, de ínfima calidad, que trataban sobre trastornos psíquicos, aislamiento, decadencia moral, entornos urbanos bañados por la lluvia ácida y los efectos nocivos de la cocaína. Ken Scott se rindió, alegando que era imposible trabajar con Ziggy, que nunca aparecía para grabar y que, en el caso improbable de que diera señales de vida, siempre llegaba colgado y con un grupo de acólitos que arruinaban las sesiones.

Después de componer unos cuantos temas, Stardust sufrió una sobredosis que lo mantuvo lejos del estudio durante semanas. Según el médico, había alcanzado el límite de su resistencia física. Mientras se recuperaba en el hospital, analizó los últimos años de su vida desde una óptica gélida y especulativa, sin permitirse ninguna clase de sentimentalismo. 

En el Hammersmith Odeon, bajo un resplandor rojo como el fin del mundo, Ziggy ofreció su último ritual. La guitarra rugió una plegaria eléctrica mientras las luces temblaban sobre rostros que no entendían que asistían a una muerte. Cuando anunció su despedida, el silencio cortó el aire como una cuchilla. Llantos, gritos, desesperación… Esa noche, el glam rock terminó con él.

Entonces, las Arañas de Marte recibieron un comunicado de prensa —cortesía de New Musical Express— que les heló la sangre en las venas: Ziggy había decidido disolver la banda.

10

Suffragette City

Después de la noticia, Stardust desapareció del mapa; necesitaba una buena purga para limpiar su interior. La casa discográfica intentó localizarlo, aterrada, por todos los medios posibles; ninguno quería quedarse sin trabajo. Después de estafar a su protegido y quedarse con la fortuna, Tony Defries tiró la toalla; decía estar cansado del circo del rock. Las fiestas se sucedieron una detrás de otra, incansablemente, en una orgía de sexo, drogas y alcohol que hubiera aniquilado a cualquiera. Ziggy se entregó al vicio con todas sus fuerzas: bajó quince kilos en un espacio de tiempo relativamente corto; poco le importaba vivir o morir. Sus facciones se convirtieron en una máscara mortuoria y apergaminada; su anatomía, en un cascarón reseco; su mente, en un crisol de mercurio fundido.

Encerrado en su apartamento de Los Ángeles, sobrevivía a base de una dieta de leche y pimientos, sumido en una oscuridad perpetua, sin molestarse en correr las persianas de aluminio. Su consumo de drogas aumentó de tal forma que su asistente personal temía por su existencia. Cuando llegaba por las mañanas lo encontraba desvanecido en el suelo, circundado por pentagramas y bolsitas de farlopa vacías. Angustiada, Coco sostenía el espejo donde Stardust había esnifado y se lo colocaba debajo de la nariz.

Los pocos amigos que tenía se desvanecieron: aquellos esnobs no querían tener tratos con su persona; recelaban de la espiral autodestructiva donde oscilaba. Las Arañas de Marte, a pesar de haber sido despedidos, intentaron ponerse en contacto con Ziggy, pero este rechazó sistemáticamente todas sus llamadas. Stardust se sentía avergonzado por sus actos; no soportaba haber hecho tanto daño a las personas que amaba. Cada vez que veía su rostro en las portadas de las revistas, le daban náuseas. Todos sus planes y objetivos eran agua pasada; el destino de la humanidad le traía sin cuidado. No quería saber nada de los hombres y mujeres que, en su momento, había intentado salvar.

11

Rock ‘N’ Roll Suicide

El tiempo, como un cigarrillo, se consumía entre sus dedos.

Ziggy lamentaba todos los errores cometidos; el anhelo de cambiar el pasado quemaba cualquier atisbo de racionalidad que pudiera restarle. ¿Por qué había tenido tan mala suerte? Sus intenciones se habían ido al cuerno, la raza humana era historia y se encontraba en un planeta deshabitado: un montón de ruinas humeantes que le causaban repulsión. A trompicones, se incorporó y vagó por el apartamento, contemplando las avenidas solitarias. Durante un segundo, la idea de suicidarse le pareció atractiva: todas las dudas y contriciones que atesoraba no volverían a obsesionarle; encontraría la paz de espíritu que demandaba.

Stardust intentó llorar, sentir alguna emoción, aplastar los bordes intangibles de la cocaína de alguna manera. Para bien o para mal, sus conductos lacrimales no le ofrecieron la oportunidad de desahogarse; las drogas lo habían convertido en una especie de engendro mecánico. La desesperación estuvo a punto de derrumbarlo contra el suelo. Con movimientos nerviosos y espasmódicos, Ziggy regresó a la mesa y prendió un Gitanes: el humo del cigarrillo fue un pobre consuelo. Asqueado, contempló las líneas cuidadosamente cortadas sobre la superficie de cristal. Maldita fuera la hora en que había probado aquella basura.

Entonces, en aquel momento, supo que, después del Armagedón, todo volvería a empezar desde cero. Una nueva tribu emergería de las ruinas: supervivientes que se adaptarían sin dificultades al nuevo mundo. Jóvenes que llevarían pieles y diamantes, armas de bronce y pedernal, patines y cometas que los auxiliarían a deslizarse sobre los rascacielos ennegrecidos. Sin ser consciente de ello, Stardust había moldeado la Tierra a su conveniencia: un erial recorrido por ratas mutantes y tormentas petroquímicas. Las nuevas naciones levantarían efigies en su nombre, construirían pirámides y templos para adorarlo; sus hazañas se convertirían en una religión completamente autónoma.

Ziggy aceptó su terrible destino con los dientes apretados: de ser un suicida del Rock ‘N’ Roll se había transformado en un Dios…