Nick
Cave es un artista polifacético que ha incursionado en todo tipo de
disciplinas: bandas sonoras, novelas, obras de teatro, lecturas poéticas,
colaboraciones musicales, guiones de cine, proyectos paralelos a los Bad Seeds
(Grinderman) y actuación. Era inevitable que una tragedia familiar de
semejantes proporciones —la muerte de su hijo Arthur en un accidente—
condicionara su nuevo trabajo.
Cave
decidió no ofrecer entrevistas; por consiguiente, el documental One More
Time With Feeling de Andrew Dominik (El asesinato de Jesse James por el
cobarde Robert Ford, 2007), en el que se mostró la grabación del disco, fue
el complemento perfecto para aclarar cualquier duda a los curiosos, periodistas
y fieles seguidores. Durante toda la película, el australiano, su esposa y la
formación se mostraron sensibles y comedidos; apenas mencionaron el nefasto
suceso para no proporcionar carnaza a los titulares amarillistas.
La
seminal portada resultó un pequeño anticipo de lo que se encontraba en su
interior. «Jesus Alone», primer single del álbum, con su austero
videoclip en blanco y negro, marcó la pauta del sonido de Skeleton Tree (Bad
Seed Ltd., 2016): ominoso, crudo y minimalista. La voz de Cave sonó descarnada
en todos los cortes, como si al australiano apenas le quedaran fuerzas para
cantar. Este se mostró frágil, íntimo y vulnerable frente al desconocido que lo
observaba reflejado en el espejo. No quedó lugar para personajes ni artificios;
Cave y sus sentimientos fueron los protagonistas absolutos. Un crooner salido
de los infiernos cuyas letras mostraron imágenes bíblicas congeladas en un
momento perpetuo de angustia, culpabilidad y desesperación.
Al
igual que el laureado Push the Sky Away (2013), la música fue reducida a
su mínima expresión: piano, sintetizadores fantasmales, tenues líneas de bajo,
arreglos de cuerdas, loops, melodías rotas, electrónica y una percusión
carente de peso. Aunque el grupo había comenzado las sesiones el año anterior,
el fallecimiento del gemelo dio forma al disco tal como lo conocimos. Desde la
partida de Mick Harvey, Warren Ellis se convirtió en el director musical de la
banda. Lejos de cualquier estridencia, las guitarras desaparecieron, cediendo
el protagonismo a atmósferas sobrevoladas por la mórbida tristeza que recorrió
cada surco del álbum.
Además
de «Jesus Alone» y la estremecedora «I Need You» (en la que el músico se
entregó por completo), destacaron «Distant Sky», con sus aires de iglesia y
coros cortesía de la soprano Else Torp, la claustrofóbica balada «Girl in
Amber», la espectral «Magneto» y el resignado tema que tituló el álbum, que
dejó una puerta abierta a la esperanza; un frío resquicio de luz en un camino
velado por las tinieblas.
Sin
duda, Skeleton Tree fue uno de los elepés más arriesgados y personales
de Nick Cave —junto a The Good Son (1990) y The Boatman’s Call
(1997)— en el que desnudó su alma rota sin pudor, ofreciendo sus demonios,
temores y miserias al público. Un ejercicio de catarsis convertido en arte que
narró la pérdida de la fe, el dolor y la redención. Este pudo haber aprovechado
el morbo inherente de su situación para componer un tema apto para las
radiofórmulas («Tears in Heaven» de Eric Clapton sería un buen ejemplo), pero,
a diferencia de otros artistas, ignoró la ocasión de lucrarse a favor de la
autenticidad. Por una extraña ironía del destino, tal como sucedió con Blackstar
de Bowie, su trabajo menos asequible se convirtió en un éxito que superó a
nivel comercial a la mayoría de sus anteriores elepés. Ello demostró que
músicos llegados a una edad madura como Alice Cooper, Neil Young, Iggy Pop, Van
Morrison, Bob Dylan o Tom Waits siguieron publicando álbumes que
corroboraron su talento.
La escucha del disco pudo resultar una experiencia perturbadora. Skeleton Tree fue un álbum de duelo no apto para todos los públicos, ideal para la soledad del hogar. Un amargo obsequio para los fanáticos del australiano, con los que compartió la pérdida que motivó la creación de otra singular obra maestra dentro de su fascinante discografía. Nick Cave no solo transformó el dolor en música, sino que también reafirmó su lugar como uno de los artistas más sinceros y trascendentes de su generación, capaz de convertir la tragedia en una forma de belleza profundamente humana.
