En
su tercer trabajo en solitario, Hayley Williams firma un álbum ambicioso,
orientado al pop, que recoge el testigo de los últimos discos de Paramore. Ego
Death at a Bachelorette Party (Post Atlantic, 2025) habla de desamor,
soledad, la sensación de no encajar, relaciones fallidas y la necesidad de
borrar el pasado para reinventarse.
Se
trata de un elepé ecléctico y variado, en el que Williams desgrana influencias
tan dispares como Mammoth City Messengers, Phoenix o Bloodhound Gang. Baladas,
medios tiempos y pegadizos himnos pop conviven sin fricciones en un ejercicio
de pluralidad sonora. Ella misma toca guitarra, batería, bajo y teclados,
reafirmando que además de ser una de las grandes voces de su generación, es
también una multiinstrumentista solvente.
Con
18 canciones, el disco oscila entre la tristeza y el optimismo. Producido por
Daniel James (Selena Gómez, Demi Lovato, Nicki Minaj), desafía las reglas del
streaming con su duración extensa, pero no se hace largo: rock, trip hop, folk,
synthpop, indie e incluso shoegaze se funden en un caleidoscopio
emocional sin fisuras.
El
álbum se publica bajo Post Atlantic, el sello propio de Williams, un movimiento
que marca su ruptura definitiva con las estructuras de su antigua discográfica,
Atlantic Records, y reafirma su apuesta por la independencia artística. Un gesto
en la línea de otros nombres que, de Radiohead a Fiona Apple, han reclamado el
control de su catálogo y han colocado la autonomía creativa en el núcleo de su
trayectoria.
El
primer adelanto, «Glum», condensa la esencia del álbum: pop melancólico sobre depresión
y desconexión emocional, en la línea indie que Paramore ha explorado en los
últimos años. «Do you ever feel
so alone, that you could implode and no one would know?». Williams
brilla en la interpretación vocal, a medio camino entre Gwen Stefani, Debbie
Harry y Natalie Imbruglia, confirmando por qué se la considera una de las
cantantes más poderosas de su generación.
Entre
los cortes más sólidos del álbum, «Whim» abre fuego diseccionando relaciones
conflictivas. «Love Me Different» vira hacia la luminosidad, un himno a soltar
lastres y seguir adelante. La atmósfera se torna cinematográfica en «Dream Girl
in Shibuya», casi un guiño directo a Lost in Translation y sus karaokes
bañados por luces de neón. El pulso se intensifica con «Mirtazapine», donde
aflora la dependencia química, y con «Disappearing Man», que funciona como
catarsis tras la ruptura. «Negative Self Talk» suaviza las aristas con un tono
vaporoso, cercano al dream pop. El broche lo pone «Ego Death at a Bachelorette
Party», homónimo y arriesgado, que combina piano y base trip hop en un
imaginario deliberadamente decadente —«I'll be the biggest star at this fucking
karaoke bar, no use shootin' for the moon, no use chasing waterfalls»—, donde Williams
consigue destacar incluso en el escenario más sombrío.
El
segundo sencillo, «Parachute», es un grito de afirmación y esperanza, con un
inesperado estallido guitarrero al final. «Watch me fall through the sky, watch
me fly»... Un cierre arriesgado: no suele ser habitual relegar el single a las
últimas posiciones del tracklist. En cambio, la apertura llega con «Ice in My
OJ», feroz crítica a sus antiguos jefes de Atlantic Records: veinte años de
contrato tirados a la basura, aunque sin rencor explícito.
La
crítica ha recibido el álbum con entusiasmo: reseñas sobresalientes que
aplauden la valentía de Williams, capaz de lanzarse al vacío sin miedo a las
consecuencias. Con Ego Death at a Bachelorette Party, ha demostrado que
se puede triunfar siguiendo sus propias reglas.