«Esta no es solo la última actuación de la gira, sino que
es la última que haremos jamás. […] Adiós. Os queremos.»
David Bowie
La muerte del
monstruo kabuki
El concierto del 3
de julio de 1973 en el Hammersmith Odeon de Londres fue un momento crucial en
la trayectoria de David Bowie. Cinco mil entregados fans contemplaron estupefactos cómo el cantante se
despedía en el escenario. Todos creyeron que abandonaba el mundo de la música,
sin embargo, no fue Bowie quien se retiraba, sino el alter ego más famoso de
los muchos que creó durante su carrera: Ziggy Stardust.
El bolo fue
un show legendario que lo perseguiría para
siempre. Por aquel entonces el glam rock comenzaba a decaer. Bowie supo abandonarlo a tiempo,
antes de convertirse en una caricatura de sí mismo. El concierto significó un
momento decisivo: David rompió cualquier atadura con el pasado a favor de un
futuro prometedor. A partir de entonces, su música se volvió arriesgada,
imprevisible, vanguardista. No tardaría mucho en conquistar el mercado
americano con la dupla Diamond Dogs/Young
Americans (RCA,
1974/1975).
Antecedentes
Durante la gira
estadounidense de Ziggy Stardust, comenzaron las primeras fricciones internas
del grupo. El motivo: la diferencia de sueldo. Mientras el pianista Mike Garson
—el "chico nuevo" de la tropa— cobraba 800 dólares a la semana, Woody
Woodmansey (batería) y Trevor Bolder (bajo) ganaban 50 libras semanales. El
guitarrista Mick Ronson se puso en contacto con Dennis Katz, representante
de Lou Reed, con la intención de conseguir un
contrato con CBS solo para los Spiders. Rápidamente, el manager de Bowie, Tony
Defries, abortó el acuerdo. Furioso, Woodmansey exigió a Defries que el sueldo
de los músicos acompañantes ascendiera 500 libras semanales. Este accedió a
medias: 200 libras mientras durara el tour, y el resto más los atrasos, cuando
llegaran a Inglaterra. Bolder y Woodmansey aceptaron. Huelga decir que Defries
nunca cumplió su palabra.
Mientras tanto,
para seducir a Ronson, Defries le ofreció versionar Slaughter on Fifth Avenue de Richard Rodgers con motivo de un
futuro disco en solitario. Fue una buena manera de tranquilizar a la banda
mientras realizaban diez conciertos programados en Japón. Las actuaciones
fueron un éxito. Divide y vencerás.
Después de
dieciocho meses en la carretera —seis giras por el Reino Unido, dos por
Norteamérica y una por tierras niponas—, cuando regresaron a Gran Bretaña,
todos se encontraban exhaustos. Apenas tuvieron tiempo de tomar un respiro
antes de recorrer de nuevo —cuarenta actuaciones en cincuenta días— una
Inglaterra en paro, con huelgas, piquetes y amenazada por el IRA. Un verano
estimulante y caótico a partes iguales. El concierto del 13 de mayo en el Earls
Court de Londres fue un desastre. Tanto, que, disgustado, el cantante abandonó
el escenario. Bowie:
«La verdad es que
quería que se acabase todo aquello. Yo aspiraba a un tipo de proyecto muy
distinto y estaba agotado y absolutamente aburrido del concepto Ziggy…»
Todo se aunó para
la despedida de Ziggy Stardust: el deseo de evolucionar como artista de Bowie,
los "amotinados" Spiders que únicamente querían un sueldo justo y la pérdida
económica que sufriría MainMan en el caso de realizar otra gira por Estados
Unidos. Todo estuvo calculado hasta el último detalle: D.A. Pennebaker (Don't Look Back, Monterrey Pop) fue contratado para inmortalizar el evento, se filtró
la noticia de la disolución a Charles Shaar Murray de NME, y horas previas al concierto, a Ronno, que no comentó
nada a sus compañeros. Primero a los medios, por supuesto, el espectáculo debía
continuar.
Ziggy Stardust and the Spiders from Mars: La película.
El film abre con una mesa redonda de unos cuarenta y cinco minutos vía satélite en el Apollo, medley de Mike Garson incluido. Woody Woodmansey apenas sale unos segundos en pantalla. Los asistentes —los directores Don Letts y Phil Alexander, Suggs (Madness), el compositor Geoff MacCormack, la periodista Danielle Perry, el actor Richard. E. Grant y el productor Ken Scott— cuentan anécdotas sobre la Ziggymanía, experiencias personales y la epopeya glam rock del grupo. Se extraña colaboradores más allegados a la trayectoria de Bowie como Tony Visconti, Earl Slick, Carlos Alomar o Brian Eno, por poner algunos ejemplos. Excepto Garson, un prólogo tedioso, en el mejor de los casos.
El último show de los Spiders
Acto seguido,
empieza el último concierto de los Spiders. La iluminación es cruda, oscura,
con grano grueso. Puesta en escena sencilla, sin artificios. Luz roja para
resaltar el aspecto alienígena de Ziggy, maquillado, ágil y con las cejas
afeitadas. Mick Ronson, un guitar hero de primera categoría, con una presencia escénica
que rivaliza con la del propio Bowie, ofrece unos magníficos solos en Hang On to Yourself, Moonage Deaydream, Time y The Width of a Circle, en la que Bowie ejecuta su número de mimo.
Este se muestra enérgico, juguetón y camp, con el público metido en el bolsillo desde el primer
minuto. Ziggy Stardust and the Spiders from Mars eran mejores en vivo que en el estudio. Puro punk, mucho antes de que existiera el movimiento. Destaca una
psicodélica Space Oddity con bola de espejos de propina.
Resulta curioso que las cámaras se centren en Bowie y Ronno todo el tiempo, los
únicos a los que Defries quería en la nómina de MainMan: ¿Está hecho a
propósito o es casualidad?
Pennebaker graba
constantemente desde el foso, ofreciendo el punto punto de vista del
espectador. Bowie era un ídolo pop con un público adolescente, increíblemente
joven, vestido como su héroe: ropa exótica, brillantina y plataformas. El
cantante apenas interactúa con las masas, excepto en el legendario discurso de
despedida, que arranca un rugido de consternación al respetable. Conmocionados,
muchos incondicionales estallaron en lágrimas. Pobres críos…
Respecto al
sonido: Dolby 5.1 remasterizado por Tony Visconti, que amenaza con volar los
tímpanos a los espectadores. La imagen ha sido restaurada en formato 4K por el
hijo de Pennebaker, Frazer. Un trabajo magnífico.
El setlist recorre su trayectoria con un
inusual número de covers: una descarnada My Death (Jaques Brell) con Bowie en la guitarra acústica, Let's Spend the Night Together (The Rolling Stones), la incendiaria White Light/White Heat (The Velvet Underground) —Bowie fue el
primero en reivindicar el legado de la banda—, Round and Round (Chuck Berry) e incluso Love Me Do (The Beatles). Clásicos como The Man Who Sold the World, Quicksand, Life on Mars?, Starman, John, I'm Only Dancing o Drive-In Saturday fueron excluidos del repertorio.
Escenas en los
camerinos: una teatral Angie Bowie intercambiando bromas con su marido, Bowie
cambiándose de vestuario (cinco cambios en total durante todo el concierto) con
la ayuda de sus asistentes, el cantante fumando, maquillándose, relajándose…. E
incluso vemos a Ringo Star (The Beatles) durante un momento.
Resulta chocante
que, a pesar del cansancio acumulado por el tour y sabiendo que era su último
concierto con los Spiders, Bowie se mostrara tan competente en escena; su aura
de estrella es palpable. Aunque no fue un bolo apoteósico, demuestra el nivel
de una banda engrasada. Así eran los directos en los setenta, la época dorada
del rock, espectaculares.
Jeff Beck aparece
como invitado sorpresa. Este se muestra tímido en el escenario. Gran química
con Ronson, que lo anima a que se luzca en primera fila. Su actuación ha sido desempolvada
de los archivos de la película, en su momento el guitarrista se negó a aparecer
por —según la leyenda— derechos de imagen o a que lo asociaran con el
movimiento glam. Nunca quedó claro.
El cierre
con Rock 'n'
Roll Suicide es perfecto para decir adiós. Al fin y al
cabo, Bowie escenificó el final del Ziggy Stardust del elepé: un mesías del rock
devorado por los excesos que decide abandonar la función en el momento cumbre
de su éxito
