Alexis Brito
(Tenerife, 1980) siempre soñó con plasmar en letra impresa las historias y
personajes que rondaban por su cabeza desde niño. Consciente de las
dificultades para hacerse un hueco en el mundo editorial, su mejor baza siempre
ha sido creer en sí mismo y no ponerse límites de ningún tipo. Avanzar sin
prisa pero con determinación , tal y como demuestra en su trayectoria
literaria.
Firme
defensor de escribir sobre lo que capta su interés y no sobre lo que atrae a
las editoriales, el autor de novelas como “Wolfgang Stark: El último templario”
y “Gravity Grave”, además de numerosos relatos, poemas y reseñas, asegura en
esta entrevista al medio digital AtlánticoHoy
que “no existen límites cuando la
imaginación toma las riendas”.
¿Cuándo se dio cuenta de que quería escribir?
Desde mi
temprana infancia he sido un lector voraz. A los doce o trece años empecé a
escribir relatos y poemas. Nada ha cambiado durante este tiempo; continúo
inmerso en las palabras como si fuera el primer día.
Los escritores mezclan sus recuerdos y
experiencias para crear personajes, situaciones, etc. ¿Qué hay de usted en sus
obras?
Todo
depende de la novela, del contexto y la historia. Por norma mis personajes, en
mayor o en menor grado, tienen algo de mí. Intento introducirme en la
psicología de los protagonistas, ponerme en el punto de vista de los mismos,
pensar y sentir del modo en que ellos lo harían. Llevar el Método Stanislavski
del Actors Studio —experimentar las emociones que experimenta el personaje— al
papel. Es la parte más estimulante de la creación literaria.
¿Qué ingredientes ha de tener una buena novela?
Una
buena novela tiene que ser sencilla de leer, con profundidad y contenido. Que
haga pensar al lector. Que lo entretenga y lo obligue a evadirse de la
realidad. Es lo que siempre he deseado conseguir con mi propia obra.
¿Por qué ha decidido seguir los pasos de una
saga familiar, los Stark, desde el Medievo hasta el futuro?
Soy un
escritor inquieto. Todas las épocas de la historia, incluso las que no han
sucedido, tienen algo cautivador. La Familia Stark es el trabajo de toda mi carrera.
Me ha permitido escribir sobre el Medievo, la Guerra de los Treinta años, la
Segunda Guerra Mundial, novela negra, la Guerra Fría, el presente e incluso el
futuro. Las posibilidades son infinitas.
No solo cambian las épocas y evolucionan los
personajes, sino que también son diferentes los géneros literarios utilizados.
Sería monótono
limitarme a un solo género literario o los mismos personajes durante toda mi
vida. Me gusta pensar que cada Stark es más avanzado y está mejor escrito que
el anterior. No existen límites cuando la imaginación toma las riendas.
¿Cómo nacen sus personajes?
Mis
personajes nacen cuando un tema me apasiona. Por poner un ejemplo, durante mi
adolescencia, inspirado por la obra de Sven Hassel, publiqué un relato
ambientado en la Batalla de Berlín en la revista del instituto. Los nazis se
niegan a reconocer que han perdido la guerra y el Ejército soviético avanza
sobre las ruinas de la ciudad. Años después, a raíz del visionado de “El
Hundimiento” (Oliver Hirschbiegel, 2004) retomé la idea de aquel capitán de las
SS que protagonizaba la historia. Mi última novela, “Némesis” (Serial
Ediciones, 2018) resume mi interés por la Segunda Guerra Mundial: horror,
muerte, millones de fallecidos, exterminio, destrucción… Fue una época tan
fascinante como aterradora. Tarde o temprano terminaría escribiendo sobre
ella.
Aparte de la familia Stark, ha publicado
relatos cortos, poemas, críticas literarias, entrevistas, reseñas musicales,
etc. ¿Dónde se siente más como pez en el agua?
Tal como
he mencionado, la escritura no conoce límites. Me encuentro cómodo con
cualquier género literario que implique trabajo duro. Siempre estoy buscando
nuevos caminos con la intención de crecer como novelista. Los desafíos son
positivos para salir de la zona de confort. Sin riesgos, un escritor se limita
a repetir la misma fórmula hasta la saciedad.
En ‘Wolfgang Stark: El Último Templario’
analiza temas como la Inquisición y la lucha contra el pecado. ¿Por qué este
episodio de la historia?
La
fiebre editorial sobre los caballeros de Dios que invadió el mercado hace años
propició el nacimiento de Wolfgang Stark. Era el marco perfecto para escribir
sobre una de mis debilidades: el antihéroe torturado por el pasado. La estela
de Michael Moorcock y Robert E. Howard fue esencial a la hora de desarrollar
sus historias. Creo que ningún escritor español ha aunado el pulp, la fantasía
heroica, la historia y los caballeros de la Orden del Temple. Las aventuras de
Stark me permitirían profundizar en las luchas dinásticas de la época, en la
devastadora influencia de la religión, en la mentalidad de los templarios que
sobrevivieron al exterminio de su orden. Wolfgang vaga por el mundo luchando
contra toda clase de criaturas sobrenaturales para aliviar el remordimiento, el
dolor de sentirse abandonado por Dios, el desarraigo que le produce su
condición de mercenario que vende su espada al mejor postor. Reconozco que no
es un personaje positivo ni agradable; esa fue la intención desde el primer
borrador.
En su penúltima novela "Gravity
Grave" (Palabras de Agua, 2014) publicada, da un brusco giro con una
historia que va del realismo al thriller psicológico, del drama humano al
exceso y al descontrol del alcohol y las drogas, del cinismo a la amistad. ¿La
considera un retrato de la sociedad actual?
Por
supuesto. “Gravity Grave” refleja el mundo de la noche: las falsas amistades,
la gente que se cree con derecho a juzgar a los demás, locales en los que solo
pinchan música insoportable, la búsqueda de sexo rápido y sin complicaciones,
el efecto de las drogas y el alcohol, personas que harían lo imposible por
encajar para sentirse aceptadas, los grupos de rock que actúan como estrellas
sin haber grabado un single, el vacío de las tribus urbanas y la
superficialidad que domina el presente. Utilicé el cinismo y el humor negro
como revulsivo para hablar sobre ello. Puede que, de todas mis novelas,
“Gravity Grave” sea la más autobiográfica. No escatimé en acidez a la hora de
narrarla.
En la misma novela se encuentra el germen de la
“Trilogía del Jinete de Ácido Eléctrico”: una saga de novelas de sexo, drogas y
rock and roll que espera publicar algún día. ¿En qué estado se encuentra este
proyecto?
Por
desgracia, en el momento actual, en puntos suspensivos. Tengo el defecto (o la
virtud) de escribir sobre temáticas que me atraen, no las que interesan a las
editoriales o, por defecto, a los lectores. La segunda parte de la trilogía,
“Un alma del norte”, lleva un año en diversos departamentos de valoración
editoriales víctima de los inevitables rechazos de rigor. Tarde o temprano
encontraré a un editor con la mentalidad lo suficientemente abierta que apueste
por mi proyecto. Ser novelista es una carrera de fondo: miles de kilómetros por
delante y una meta inalcanzable. La paciencia, la humildad y la perseverancia
son fundamentales si quieres llegar a alguna parte.
¿Cuáles son las mayores dificultades a las que
se ha enfrentado para ser escritor?
Escribir,
por experiencia personal, es sinónimo de rechazo. Rechazo por parte de las
editoriales, de las revistas, la indiferencia del público, etc. Es un mundo
competitivo en lo que priman son las ventas, no la calidad, la inventiva o el
riesgo de la obra. Aún así publico con regularidad en diferentes medios, tanto
en papel como digital; ello demuestra que la única forma correcta es hacerlo a
mi modo.
¿En Canarias se puede vivir de la literatura?
En mi
caso es imposible. Tal como funciona el mercado literario, a no ser que firmes
un contrato con una editorial importante, veo complicado vivir de la
literatura. Pocos son los privilegiados que pueden dedicarse a las palabras
única y exclusivamente en la actualidad.
Algún autor que le haya influido especialmente.
Henry Miller, Robert E. Howard, William Blake, J.G.
Ballard, Irvine Welsh, Jack Kerouac, Arthur Rimbaud, Patrick O’Brian, Thomas
Bernhard, Michel Houellebecq, Fiódor Dostoyevski, Philip K. Dick, Bret Easton
Ellis, John Milton, Hunter S. Thompson, Ernest Hemingway, Albert Camus, William
Butler Yeats, Ian Fleming, Charles Bukowski, Dudley Pope, Bertolt Brecht,
Michael Moorcock, Thomas Mann, William Burroughs… Podría
continuar (risas).
¿Es de los que inicia su siguiente novela de
inmediato o necesita un tiempo de regeneración creativa?
Cuando
termino una novela quedo agotado a nivel mental: necesito unos meses, como
mínimo, para desconectar de la misma y emprender otro proyecto literario. En
los viejos tiempos, solía empezar el siguiente libro antes de terminar el
anterior. En el momento actual me tomo un tiempo de descanso para recargar mi
musa. Me quedan unos treinta años de carrera por delante; no me corre ninguna
prisa.
Presenta ‘Némesis’ su última novela el próximo
3 de noviembre. ¿Qué destacaría de su obra?
“Némesis”
es una novela a la antigua usanza: aventura, acción, crítica social, humor
patibulario, las horribles consecuencias de la guerra, etc. Mientras revisaba
las pruebas de corrección, llegué a la conclusión que había escrito una novela
con estilo añejo, clásico por decirlo de alguna manera. Deseaba escribir desde
el punto de vista del ejército alemán. La parte que más me gusta del libro es
la evolución moral del protagonista. Es imposible que debido a los
acontecimientos por los que pasa el personaje —el sufrimiento, la violencia y
la pérdida— no encuentre la humanidad que el reglamento militar había
aniquilado en su interior.
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