jueves, diciembre 31, 2015

"¡EXTERMINADOR!", DE WILLIAM BURROUGHS


¿Se acuerdan del Congo? 15.000.000 millones de negros exterminados sistemáticamente por los cazadores de recompensas blancos. Al principio se les pagaba previa presentación de un par de orejas completo. Sin embargo algunos cazadores blandos de corazón se limitaban a cortar las orejas y no cumplían con su trabajo tipo:
—Mira negrito yo no tengo nada contra ti es mi trabajo mujer y niños en Inglaterra soy una buena persona. Supón que solo te corto las orejas y te dejo vivir naturalmente espero alguna cosilla por los problemas. ¿Qué me dices?
—Tú ser buen hombre, amo. Tú ser justo hombre blanco.

William Burroughs


Publicado en 1973 por la editorial Viking Press, ¡Exterminador! es una colección de relatos cortos que habían aparecido previamente en prestigiosas revistas como Rolling Stone, Evergreen Review, Village Voice o Esquire Magazine. Basta con leer la primera página para descubrir el estilo inconfundible del autor: una mezcla entre surrealismo, crítica social, desprecio a las normas y experimentación física, mental y espiritual a través del consumo de narcóticos de toda índole.

Considerado uno de los escritores más visionarios, vanguardistas y extravagantes de la historia de la literatura moderna, Burroughs nos traslada a través de las palabras a un universo en el que las reglas existen para quebrantarlas, los Gobiernos son una herramienta de control, las autoridades carecen de cualquier tipo de decencia, las armas solucionan los problemas espinosos y la única forma de ignorar los horrores de la vida diaria implica consumir sustancias (legales o ilegales) a través de vía intravenosa. Exterminadores de insectos, rodajes de películas porno, cárceles atestadas de delincuentes, la evolución humana como caos que traerá la destrucción al planeta, sodomía, búsqueda de estupefacientes, documentales que ilustran el declive de la civilización, virus biológicos, violencia policial, imperialismo americano, sectas y matanzas sumarias forman un mosaico enloquecido en el que se desgranan sus obsesiones habituales.         

Entre todas estas historias destacan ¡El exterminador!, Viento morir. Tú Morir. Nosotros morir., El regreso del astronauta, Últimos resplandores del crepúsculo y El advenimiento del Héroe Púrpura. El ácido y despiadado humor de Burroughs no concede perdones y carga contra una sociedad corrupta, deshumanizada y decadente. Algunos relatos contienen elementos experimentales sin puntuación de ninguna clase o el famoso cut-up método de mezclar textos al azar para romper la linealidad de la palabra escritaque prácticamente utilizó durante todos los años setenta. A modo de “cameos”, aparecen viejos personajes como el celebérrimo Dr. Benway (amoral médico que solo desea realizar aberrantes experimentos con sus pacientes) o el billonario A.J. (un Howard Hughes/Larry Flint proclive a llevar una pistola de agua cargada de semen a las fiestas de alta sociedad para disparar a las invitadas). Ambos constituyen una sátira feroz tanto al sistema médico (que no duda en tratar a los enfermos como objetos desechables) como a las clases privilegiadas (estúpidas, pueriles y embebidas en su falsa sensación de poder obtenido gracias al dinero).

El universo literario de William Burroughs se caracteriza por la falta de bondad, locura, catástrofe, muerte y alucinación. El ser humano es miserable, repulsivo y cruel por naturaleza, la familia una farsa destinada a perpetuar su propia decadencia, los estamentos gubernamentales destilan avaricia y podredumbre, y la religión una farsa absoluta cuyo único objetivo es desplumar a los ilusos que creen en su degenerada doctrina. No existe espacio para el amor, la ternura o los sentimientos. Como mucho, satisfacción inmediata forzando a realizar prácticas sexuales al primer joven atractivo que tenga la desgracia de encontrarse en el lugar inadecuado. La Tierra está condenada al holocausto nuclear y, por algún extraño misterio, resulta increíble que aún no haya sucedido.

                          


                

lunes, diciembre 21, 2015

"BIG SUR", DE JACK KEROUAC


La angustia mental es tan intensa que uno siente que ha traicionado su propio nacimiento, el esfuerzo y los dolores de parto de mi madre cuando me trajo al mundo, he traicionado el esfuerzo que hizo mi padre para alimentarme,  permitirme crecer, hacerme fuerte y Dios mío también educarme para la “vida”, se siente una culpa tan profunda que uno se identifica con el Demonio y Dios parece muy lejano, abandonándolo a uno a su estupidez enfermiza.

Jack Kerouac


Publicada en 1962, cuando contaba con cuarenta años, a diferencia de En el camino, el impulso vital, lúcido y nervioso que lo caracterizaba ha sido reemplazado por la depresión y la pérdida de la esperanza. En Big Sur nos encontramos con un Kerouac hastiado de la vida, profundamente insatisfecho, víctima de los efectos devastadores de la fama y el alcohol.

La influencia de la Generación Beat ha creado una serie de imitadores vestidos con ropa de marca, petulantes y de escaso talento artístico que, a diferencia de sus fundadores, destacaban por carecer de originalidad o ideas propias. Bohemios que vivían gracias al dinero de sus padres y se consideraban demasiado especiales para aceptar un empleo que los obligara a ensuciarse las manos. Kerouac detestaba haberse convertido en el portavoz de una generación consentida y autocomplaciente que le expresaba su fanatismo —lo consideraban un individuo excepcional y un modelo a seguir— en las barras de los bares que solía frecuentar. Este, para no decepcionarles, gracias a su liquidez económica, los invitaba a todo lo que demandaran.

La necesidad de huir de su entorno fue tan imperiosa que aceptó la propuesta de su amigo (y editor) Lawrence Ferlinghetti para pasar una temporada en una cabaña de su propiedad aislada de la civilización. Kerouac no tardó demasiado en hacer las maletas y poner rumbo a Big Sur. Durante varias semanas, lejos de colegas, admiradores y aprovechados, disfruta de su propia compañía leyendo y dando largos paseos en un entorno salvaje dominado por bosques, bancos de niebla, riachuelos, ratas por doquier, playas de arena blanca, gaviotas, grandes acantilados y el océano tempestuoso. Aunque es un ferviente defensor del budismo, la religión no le ha servido para encontrar la paz de espíritu. Para su pesar, Kerouac era un individuo gregario que necesitaba la compañía de sus semejantes aunque en el fondo de su corazón no los soportara.

En la novela aparte de Lenore Kandel, Michael McClure, Philip Whalen, Lew Welch y Victor Wong volvemos a encontrarnos con Neal Cassady al que hace varios años con el que no mantiene contacto porque estuvo encerrado en San Quintín por tenencia de marihuana. Cassady ya no es el joven impetuoso inmortalizado detrás del volante, el mismo que era capaz de conducir durante días sin demostrar el menor ápice de agotamiento. Casado, padre de familia, con dos hijos y un empleo inestable, juega largas partidas de ajedrez y critica la adicción a la bebida de su amigo. Este no ha perdido su poder de fascinación sobre Kerouac y continúa siendo el motor principal de su literatura gracias a una relación de profunda amistad jalonada por la admiración, celos y competencia. A pesar de ello, continúa teniendo una amante en alguna parte a la que no duda en presentarle, y con la que el autor terminará teniendo una corta y desventurada relación amorosa.

Durante toda la obra, Kerouac es víctima de un estado anímico depresivo, paranoico y resacoso que le hace pensar en la muerte constantemente. Un hombre debilitado por una vida de excesos que, inevitablemente, han terminado por pasarle factura. Cansado de aparentar un entusiasmo y una alegría que no experimentaba, la narración fluye en una perpetua angustia física, mental y espiritual causada por el delirium tremens. Ya no es capaz de disfrutar del presente. Psicótico, enfermo, víctima de alucinaciones, cree que tiene enemigos en todas partes y que el mundo está en su contra. Las fiestas y la bebida nutren su creatividad y aunque el deliro, el egoísmo, el autodesprecio y el veneno que recorre sus entrañas lo han deteriorado para siempre, como buen católico, espera encontrar la salvación.   

Pocos autores del panorama literario actual —en el que priman los productos comerciales de fácil asimilación— serían capaces de exponer de manera tan descarnada sus demonios internos sobre las páginas. Big Sur es una obra de escape que muestra el lado más amargo y oscuro del padre de la Generación Beat.