viernes, diciembre 15, 2017

U2: "SONGS OF EXPERIENCE"



Los noventa fueron una etapa extraña para la generación de músicos que triunfaron durante la década preliminar. Todos mantuvieron su popularidad en los charts y, al mismo tiempo, editaron elepés no terminaron de convencer al público. Reverberation (WEA, 1990) de Echo & The Bunnymen, Thank You (EMI, 1995) de Duran Duran, Raoul And The Kings Of Spain (Epic Records, 1995) de Tears For Fears, Wild Mood Swings (Fiction Records, 1996) de The Cure, New Adventures In Hi-Fi (Warner, 1996) de R.E.M., Ultra (Mute, 1997) de Depeche Mode y, en el caso de U2, Pop (Island Records, 1997).

Pop, aunque no puede considerarse un fracaso de ventas, hizo que la banda percibiera que había llegado demasiado lejos con su propuesta destinada a las pistas de baile. Los fieles que apoyaron los devaneos espaciales de Zooropa (Island Records, 1993) y las melodías emparentadas con la cultura dance de Atchung Baby (Island Records, 1991), se llevaron las manos a la cabeza al escuchar “Discothèque”. Acusaciones de blasfemia, frivolidad, vendidos al mainstream y traición su propio legado, no tardaron en aparecer en los medios. Con lágrimas en los ojos, los críticos añoraban los tiempos de “With Or Without You”. Las consecuencias no se harían esperar. 

A partir de entonces, el grupo dejaría de avanzar hacia el futuro para retroceder al pasado. El riesgo desapareció de sus composiciones a favor del clasicismo y retorno a las bases que ellos mismos cimentaron. Irónicamente, muchos de los detractores que en su momento no pudieron escuchar Pop de principio a fin, ahora lo reivindican como la última obra maestra de la formación. 

Veinte años después, Songs Of Experience (Universal, 2017) —secuela de su anterior trabajo enfocado en los recuerdos de juventud—, se centra en la perspectiva de la edad madura: experiencias vitales de la banda, el paso del tiempo y la veteranía que aporta la vida. Aunque la nómina de productores (Steve Lillywhite, Ryan Tedder, Jacknife Lee, Jolyon Thomas, Andy Barlow) es más extensa que de lo habitual, el disco no se resiente a nivel sonoro. Mientras grababan el álbum, los irlandeses se encontraban de gira promocionando el treinta aniversario de su obra maestra The Joshua Tree (Island Records, 1987). U2 se encuentran muy cómodos en la posición que ocupan; no sienten la necesidad de arriesgarse o explorar horizontes desconocidos. Las duras críticas recibidas por distribuir gratuitamente en iTunes Songs Of Innocence (Interscope, 2014) para millones de posibles compradores, les han hecho publicar su nuevo elepé de forma tradicional. Da la impresión que, debido a su estatus de superestrellas, siempre quisieran complacer a todo el mundo.

La portada de Songs Of Experience —a la estela de Boy (Island Records, 1980) y War (Island Records, 1983)—, resume el contenido de la nueva propuesta de los irlandeses: sonido que apega a la nostalgia con ligeros toques de modernidad. U2, a pesar de ser una de las bandas de rock más exitosas del planeta, nunca han caído en el desencanto o el cinismo. Las letras continúan tratando los temas habituales de su propuesta: paz, el medio ambiente, política, esperanza, amor, derechos humanos, justicia social. Dado el estado del mundo, cualquier otra formación hubiera arrojado la toalla hace mucho tiempo.                     

El disco empieza con “Love Is All We Have Left”: atmosférica, sintetizador de fondo, buen juego de voces. Un tema extraño teniendo en cuenta que el grupo siempre abre sus elepés con buques insignias. “Lights Of Home”, medio tiempo con piano, solo de guitarra destacable y acompañamiento góspel de colofón, es uno de los cortes más interesantes del elepé. En cambio, “You Are The Best Thing About Me” resulta un single tan funcional como “The Miracle (Of Joey Ramone)” o “Get On Your Boots”. Hace años que U2 no editan un himno a la altura de “Vertigo”. La canción se desempeñó tibiamente en los charts; ni siquiera el remix junto a Kygo le ha permitido cierta notoriedad. Resulta incomprensible que los irlandeses no escojan mejor sus sencillos de lanzamiento.

“Get Out Of Your Own Way” cuenta con la colaboración del rapero Kendrick Lamar. Buenos coros, atmósfera positiva, letra sobre lucha y superación. Un corte pop estilo “Walk On”, “Magnificent” o “City Of Blinding Lights”. “American Soul”, con Lamar (de nuevo) en la introducción, es una de las piezas más rockeras del disco. Mismo estribillo que en “Volcano”. Un homenaje a la música estadounidense que tanto les ha influenciado durante su carrera. “Summer Of Love”, sencilla balada con buen trabajo de guitarras, gana con las escuchas. “Red Flag Day” remite al sonido de unos U2 primerizos. En especial los coros de The Edge y la forma de cantar de Bono. Ideal para satisfacer a los nostálgicos de la formación; todo recuerda a álbumes como War. “The Showman (Little More Better)”, con sabor a los años cincuenta, resulta otra inmersión en el pasado que hubiera podido encajar sin problemas en All You Can’t Leave Behind (Island Records, 2000).

La conmovedora “The Little Things That Give You Away” es la balada por excelencia del disco. Una pieza en crescendo que, aunque arranca con lentitud, posee un final sobrecogedor. En “Landlady” la banda desarrolla todos sus trucos: corte acústico, voz cálida de Bono, sección rítmica sutil, sentimiento de exaltación. “The Blackout”, con su guitarra industrial que recuerda a “Zoo Station”, es una llamada a la resistencia. El Brexit y la política represora de Donald Trump sirvieron como inspiración a la hora de componerla. Un necesario ramalazo de energía entre la tranquilidad que amenaza con lastrar la recta final del álbum. “Love Is Bigger Than Anything In Its Way” es otra balada marca de la casa con piano, línea de bajo palpitante y mensaje esperanzador. Como despedida “13 (There Is A Light)” parece la continuación de “Song For Someone”: el círculo se ha cerrado. 

Pocas bandas con una trayectoria tan longeva pueden presumir de la coherencia de los irlandeses. Aunque no se encuentre entre sus obras más excelsas, Songs Of Experience es otro digno escalón en una discografía sin apenas fisuras. Un trabajo positivo con aire bíblico en algunos pasajes; el mensaje de luz y amor a la raza humana. Un destello de esperanza entre la oscuridad que reina en el presente.



viernes, diciembre 01, 2017

NOEL GALLAGHER’S HIGH FLYING BIRDS: "WHO BUILT THE MOON?"



Who Built The Moon? no constituye la reinvención sonora al estilo Atchung Baby (U2, Island Records, 1991) que todos esperaban por parte de Noel Gallagher. El músico, precavido como de costumbre, no ha hecho más que actualizar viejas propuestas como “Fuckin’ The Bushes” (del que Kasabian basarían su sonido), “Setting Sun” y “Let Forever Be” (ambas con Chemical Brothers), aportando un empaque electrónico y psicodélico acorde a esta etapa de su carrera. De todos modos, en el caso de abandonar el estilo clásico que lo caracteriza, le lloverían malas críticas por todas partes. El público y los medios, independientemente de la calidad de su trabajo, siempre encontrarán motivos para protestar. Los dos primeros elepés de Oasis dejaron una huella tan larga que ninguno de los miembros de la banda podrá desmarcarse de ellos por mucho que lo intente. Los fans continúan a la espera de himnos como “Supersonic”, “Wonderwall”, “Cigarettes & Alcohol”, “Don’t Look Back In Anger” o “Whatever”. Seamos realistas: los buenos y viejos tiempos no van a volver. 
    
Gallagher ha comentado en entrevistas que el productor David Holmes lo obligó a trabajar desde cero en el estudio; nada de rescatar antiguas canciones que no habían llegado a ver la luz. A pesar de la larga lista de colaboradores y músicos de sesión, el disco destaca por su propuesta compacta; luminoso, pegadizo y con grandes estribillos. Todos los cortes rayan gran altura y no aburren en ningún momento. “Holly Mountain” fue la carta de presentación: saxos, glam, surf de la Costa Oeste, coros infecciosos y Paul Weller al órgano. Un caballo ganador desde la primera escucha; aires setenteros que tan bien encajan en la obra del mancuniano. El sencillo define lo que el público encontraría en el nuevo trabajo de los pájaros voladores. “It's A Beautiful World” es una de las mejores canciones del álbum: bailable y jovial, con recitado francés incluido, remite a los años noventa cuando la cultura dance dominaba las listas británicas. Cuenta con un estribillo irresistible y una atmósfera festiva típica de los últimos New Order. “Fort Knox” es una extensión de “Fuckin’ The Bushes”: empieza con una alarma y un sintetizador ominoso para desembocar en una sección rítmica atronadora, coros y guitarras afiladas. Un mantra con aire lisérgico que recuerda a piezas de Primal Scream. Ideal para cuando regresas a casa: la rave ha sido un fracaso y necesitas estímulos para contrarrestar la mala química que te circula por el cuerpo.

“Keep On Reaching” hubiera podido encajar en Dig Out Your Soul (Sony BMG, 2008): sección rítmica urgente, piano, cuerdas, voces femeninas. El tema más rockero del disco, con sabor soul, en el que Gallagher pone toda la carne en el asador como cantante. “She Taught Me How To Fly” posee madera de clásico: nuevamente regresamos a las pistas de baile, entre luces estroboscópicas y humo de hielo seco. Coros efectivos y un estribillo demoledor. Siendo una de las canciones más comerciales del elepé, no sería de extrañar que fuera el siguiente single. Madchester continúa con vida. “Be Careful What You Wish For” bebe descaradamente de “Come Together” de los Beatles. Un medio tiempo blues, más coros, puente con teclados y tempo incisivo. Muchos le han reprochado por dejarse influenciar (por enésima vez) por la banda más famosa de todos los tiempos. ¿Acaso significa una novedad a estas alturas de su carrera?

“Black & White Sunshine”, puro jangle pop con sección de vientos que, como “Holly Mountain”, remite a las canciones de los Beach Boys. Puede que sea el tema más asequible del álbum. Efectivo riff de guitarra, estructura circular y fondo surfero. Los instrumentales “Interlude (Wednesday Part 1)” y “End Credits (Wednesday Part 2)” sirven como puente y despedida del disco. Piezas tranquilas, atmosféricas, con cierto aire melancólico que no aportan nada destacable al elepé. Recurso utilizado, todo hay que decirlo, en el celebérrimo (What’s The Story) Morning Glory (Creation, 1995). “If Love Is The Law” cuenta con la guitarra y armónica de Johnny Marr. Colaboración de lujo que, al igual que la de Weller, demuestra que Gallagher está muy bien relacionado en el mundo discográfico. Rock de toda la vida pero, en este caso, la producción llega a saturar; no se aprecia el trabajo de Marr en todo su esplendor. Como despedida, la orquestal “The Man Who Built The Moon” resulta tan grandilocuente que podría pertenecer a Be Here Now (Creation, 1997). A diferencia de los temas de aquella época, la megalomanía inducida por la cocaína no se encuentra presente. El corte no supera los cinco minutos y se escucha con agrado. 

Who Built The Moon? (Sour Mash, 2017) ha recibido críticas muy positivas y, con razón, está considerado el mejor trabajo de los High Flying Birds. Gracias al Black Friday vendió una generosa cantidad de ejemplares en Inglaterra; los fans no lo han abandonado desde que renunció a su vieja banda. Noel Gallagher ha jugado bien sus cartas despachando una propuesta a la altura de As You Were (Warner Bros Records, 2017) de Liam. El punto justo entre nostalgia, clasicismo y experimentación. Transita caminos recorridos pero aporta un estupendo empaque sonoro que lo hace parecer novedoso. Comparar ambos trabajos (fueron publicados prácticamente en las mismas fechas) es inevitable. Los hermanos Gallagher ya no compiten contra Blur en las listas; ahora lo hacen entre ellos mismos. Poco ha cambiado desde los años noventa y, para bien o para mal, no cesa de resultar estimulante.