viernes, noviembre 17, 2017

MORRISSEY: "LOW IN HIGH SCHOOL"

“Ningún niño quiere crecer para ser presidente y hay una sensación de que el mundo está cerca de su fecha de caducidad. No hay ningún motivo para mantener los sentimientos y visiones. Esto es el mañana”.

Morrissey


Nadie pone en duda el estatus de Morrissey como artista de culto. Desde la disolución de los Smiths ha labrado una sólida carrera en solitario gracias a álbumes de gran calidad. Fiel a sí mismo, su discografía no desmerece en comparación con su vieja banda. Pocos cantantes, por no decir ninguno, han sido capaces de superar las glorias del pasado. Moz cuenta con ambición, lírica ácida y afilada, una voz única y carencia de nostalgia que le permite afrontar el presente sin lastre sobre sus espaldas. Su público es de los más fieles que existe. Durante décadas, ha subido al escenario con los ojos llenos de lágrimas para abrazarle. ¿Cuántos músicos serían capaces de conseguir algo similar en los tiempos que corren?

Las declaraciones de Morrissey siempre han sido controvertidas. No tiene reparos en decir lo que piensa sobre política, el veganismo, compañeros de profesión, defensa de los animales, la monarquía británica, multinacionales, la comida basura o el estado de la industria discográfica, entre muchos otros temas. En comparación, las bravatas de los hermanos Gallagher resultan infantiles. Quizá por ello World Peace Is None Of Your Business (Harvest, 2014) fue un fracaso de ventas. El artista acusó a la casa discográfica que lo representaba en aquella época de prestarle nulo apoyo. En consecuencia, fue despedido a las pocas semanas de haber publicado el disco. Pese a lo sucedido, Moz se embarcó en una gira mundial para promocionar su trabajo. Al diablo con los ejecutivos que lo único que desean es llenarse los bolsillos gracias al sudor de sus artistas. Los fans, aquellos que compran elepés y pagan por ver a sus ídolos en directo, son los únicos que importan. Que tomen nota las estrellas que brillan en el firmamento y actúen en consecuencia.  

Tres años más tarde, “Spend The Day In Bed”, con su irónica letra sobre la pereza, crítica a los medios de comunicación y olvidar el mundo, volvía a situar a Morrissey en primera línea de la industria. Un corte pop con una melodía saltarina que, aunque en un principio no causaba demasiada impresión, termina ganando con las escuchas. La portada del álbum —un niño en la puerta del palacio de Buckingham con un hacha y un cartel que anuncia «Axe The Monarchy»— remitía a piezas como “The Queen Is Dead” o “Margaret In The Guillotine”. Producido por Joe Chiccarelli (The Strokes, The White Stripes, The Raconteurs) y grabado en La Fabrique Studios, Low In High School (BMG, 2017) es un trabajo de alta carga política, crítica a las guerras por el petróleo, brutalidad policial, soledad y repulsa hacia la decadencia del planeta. Moz no cambia con el paso del tiempo.

“My Love, I'd Do Anything For You” es una declaración de principios de corte glam: guitarras distorsionadas, estupendo fraseo por parte de Morrissey, vientos y gritos de colofón. “I Wish You Lonely” (segundo sencillo) destaca por su fondo electrónico y lírica amarga sobre el aislamiento. Una canción cruda y enérgica que puede convertirse en uno de los pilares de su próxima gira. “Jacky's Only Happy When She's Up On The Stage” (tercer adelanto), con su siniestro sintetizador de fondo y coros infantiles de despedida, resulta una bofetada a los actores endiosados. Tal como era de esperar, el público abandona la sala antes de que termine la película. La balada “Home Is A Question Mark” es nocturna, cinemática y conmovedora. Delicados arpegios, poderosa base rítmica, teclados, estribillo épico y cuerdas. “I Bury The Living”, esquizofrénica y experimental, un ataque al ejército que devuelve los cadáveres de los soldados caídos en combate a casa. Las madres deben velar los cuerpos de sus hijos sin que nada pueda servirles de consuelo.

La segunda parte del elepé comienza con “In Your Lap”, una balada de piano sobre relaciones destrozadas en las que solo queda el sexo para paliar el fracaso; Moz se luce con una interpretación tenebrosa. En “The Girl From Tel-Aviv Who Wouldn't Kneel” encontramos un chachachá (increíble pero cierto) con piano y bajo juguetones que contradicen una letra reivindicativa sobre las mujeres israelíes. “All The Young People Must Fall In Love” cuenta con palmas, una base que roza lo marcial y riffs entrecortados; ideal para corearla en vivo. “When You Open Your Legs” habla de la puerilidad de las relaciones humanas, del intercambio de fluidos como escape al tedio y la desesperación. El empaque sonoro latino, con castañuelas y cuernos, recuerda a “The Bullfigter Dies”. “Who Will Protect Us From The Police?” empieza con una sirena policial. Sucia, electrónica, un esputo a la autoridad. La placa y el uniforme permiten a los representantes del poder acosar a quienes les plazca. Para terminar, “Israel” se solariza con la situación que sufre el país desde hace años. La melodía de piano es sublime y Morrissey ofrece una de las mejores tomas vocales del álbum: triste, ampulosa y combativa.

Los medios británicos han recibido Low In High School con críticas despiadadas que caen en la acritud. Cabe imaginar que, más que el disco en conjunto, se han centrado en sus letras; las mismas que no conceden perdones y resultan más hirientes que de costumbre. Acusan a Morrissey de victimista, reaccionario, viejo y amargado. De ser un cantante joven, las conclusiones serían muy distintas. La madurez, como de costumbre, es un factor de discriminación en el mundo de la música. Ciertos individuos, sumidos en una nube de gloria y verdad absoluta, deberían escribir con la profesionalidad que se espera de ellos. Moz no es un personaje mediático agradable ni pretende serlo. Al margen de la opinión de la prensa, nos encontramos con su trabajo más sólido desde Ringleader Of The Tormentors (Attack Records, 2006). A punto de cumplir los sesenta años, Steven Patrick Morrissey no ha perdido un ápice de rebeldía, compromiso y actitud. Otra obra notable para la leyenda. 




miércoles, noviembre 01, 2017

BUNBURY: "EXPECTATIVAS"


"El disco tiene versos más y menos explícitos. Más poéticos y más callejeros. He intentado conjugar los dos lenguajes. Es cierto que hay una corriente de pensamiento según la cual, un músico o un artista, no se debe pronunciar ni comprometer. Pero creo que no ha lugar. Por supuesto, creo que es legítimo y es un hecho contrastado en la historia del Arte, desde Altamira hasta el día de hoy. Los pintores, los músicos, los literatos o los cineastas pueden sentir interés por explicar y dar su punto de vista con respecto al mundo que les ha tocado vivir. Lo que empieza a ser sospechoso es que haya tantas voces que se alcen dudando de esta posibilidad".

Enrique Bunbury




Hasta la llegada de Expectativas (Warner, 2017), la carrera de Bunbury ha sido tan variada y prolífica como tiene acostumbrados a sus seguidores. Tres álbumes de estudio: Las consecuencias (2010), Licenciado Cantinas (2011), Palosanto (2013); los directos Gran Rex (2011), Madrid, Área 51 (2014), Hijos del pueblo (2015) en colaboración con Andrés Calamaro, MTV Unplugged: El libro de las mutaciones (2015); y el documental El camino más largo (2016). Independientemente de la consistencia de cada giro estilístico de su trayectoria, nadie puede negarle al maño su amor por la música, afán de experimentar nuevas texturas y riesgo a la hora de arrojarse al vacío. Un espíritu mutable que ha descolocado al público desde Radical Sonora (1997), en el que abrazaba la electrónica, las cajas de ritmos y la música árabe sin impedimentos. Entre lo sublime (“Lady Blue”) y lo dudoso (“Hay muy poca gente”), la sombra de los Héroes del Silencio aún perdura en la actualidad.   

Al igual que Loquillo, Ariel Rot, Santiago Auserón, Jaime Urrutia, Nacho Vegas, Iván Ferreiro, Manu Chao, Fito Páez o Calamaro, Bunbury es un músico que no sigue los dictados del mercado, las radiofórmulas o las casas discográficas. Su meta es la superación y la autenticidad, no despachar discos y entradas de conciertos. Puede que por ello haya enfocado su carrera en solitario al mercado latino, en el que siempre fue mejor valorado que en su propio país.

Junto a Los Santos Inocentes, formación que lo ha acompañado durante los últimos años tanto en estudio como en la carretera, Expectativas es un trabajo que se desmarca de recientes incursiones latinas para abrazar un espíritu glam que evoca a Bowie —una de sus mayores influencias—, gracias a una serie de canciones con contenido social, compromiso, pesimismo y actitud combativa. La extensión lógica de temas que había presentado anteriormente en elepés como Avalancha (1995), El viaje a ninguna parte (2004) o el mesiánico Palosanto.

Lanzados como sencillos, “La actitud correcta” —ácido ataque al postureo, a los aires de estrellas de compañeros de profesión, perfectamente aplicable a cualquier grupo indie patrio— y “Parecemos tontos” —un medio tiempo dylaniano con letra reivindicativa—, definen perfectamente el núcleo lírico general. “La ceremonia de la confusión”, la bailable “En bandeja de plata” y “Lugares comunes, frases hechas”, podrían considerarse los temas más críticos del álbum. En cambio, “Cuna de Caín” —que los medios se han empeñado en asociar con el conflicto catalán, cosa que el zaragozano ha desmentido en diversas entrevistas—, “Supongo”— amarga y esperanzada a la vez— y “La constante” —una balada romántica dedicada a su esposa Jose Girl—, ofrecen su faceta más sensible y reflexiva. Por primera vez en mucho tiempo sobran las estridencias vocales; tono ajustado a las necesidades de cada tema. El maño no tiene porqué destacar sobre sus músicos.   

Llegados a este punto, cabe puntuar el gran trabajo de Santiago del Campo; su saxo aparece prácticamente en todas las canciones, enriqueciendo un disco que cuenta con una excelente producción, variada, madura y sin altibajos que, a diferencia de anteriores elepés, no resulta monótona en ningún instante. “Bartleby (Mis dominios)”, “Al filo del cuchillo” —la pieza más oscura del álbum, entre la culpabilidad, el dolor y el placer— y la nihilista “Libertad”, muestran el lado más rebelde e inconformista del músico.

Han pasado veinte años de constante reinvención desde su primer disco solista. Bunbury ha publicado su mejor trabajo desde Las consecuencias y, por extensión, uno de los más sólidos de su dilatada andadura discográfica. Un verso para recordar: “La calle va por dentro y no tienes ni puta idea de Rock And Roll”. ¿Alguien se atreve a llevarle la contraria?