Miro su rostro socarrón, recobro la
compostura y pienso en la extraña relación que hemos mantenido, no menos
misteriosa por haber estado separados durante años. Supongo que él era un poco
como yo: ambos sabíamos que para los inquilinos de viviendas de protección
oficial la decadencia es una costumbre de mala nota. Una costumbre ridícula, de
hecho. La razón de ser de nuestra clase era sobrevivir, sin más. Al carajo:
nuestra generación punk no sólo prosperó, sino que incluso tuvimos la
desfachatez de ir de desencantados por la vida. Desde una temprana edad, Sick
Boy y yo fuimos almas gemelas retorcidas. El desprecio, las burlas, la ironía,
los vaciles; habíamos edificado nuestro pequeño universo privado mucho antes de
que aparecieran el alcohol o las drogas para ayudarnos a refinarlo y darnos
permiso para habitarlo incondicionalmente.
Irvine Welsh
Una década
después de los acontecimientos narrados en Trainspotting,
volvemos a encontrarnos con los personajes que marcaron a una generación: Simon
David Williamson, Daniel Murphy, Francis Bebgie y Mark Renton. Marginales,
políticamente incorrectos y de escasos escrúpulos, poco han cambiado en este
lapso de tiempo. La narración, sin florituras y de gran viveza lingüística, nos
sumerge de lleno en una decadente Edimburgo devastada por los cambios: los
viejos tiempos nunca regresarán y la sociedad corrupta que antes que recurría a
los narcóticos para escapar del tedio, la pobreza y la desesperación, ahora se
encuentra obsesionada con el sexo, el dinero, el consumismo y la trivialidad
absoluta. Leith, barrio en el que creció la clase obrera aplastada por la
política represora de Margaret Thatcher, con el paso del tiempo, ha sido
transformado en una zona pija para los adinerados.
Sick Boy es el
narrador principal: un antihéroe adicto a la cocaína, arrabalero, egocéntrico,
sórdido, manipulador y con delirios de grandeza. Decidido a ganarse la vida sin
demasiado esfuerzo realiza toda clase de chanchullos: venta de drogas,
prostitución, fraudes y, por último, embarcarse en el rodaje de una película
porno que, por un lado le permita mezclar el trabajo con el placer y por otro,
alcanzar la gloria económica y el prestigio social que anda buscando. Como es
natural, Williamson desea una obra de calidad que se convierta en un clásico
del género, no una aberración gonzo de
ínfimo presupuesto. Huelga decir que hará todo lo necesario para sacar adelante
su nuevo y ambicioso proyecto: Siete
polvos para siete hermanos.
Aparte del
protagonista, viejos conocidos como Spud: ingenuo choricillo con un corazón de
oro incapaz de abandonar el caballo y rehacer su vida; Franco:
recién salido de la cárcel, tan psicópata como de costumbre, perpetuamente
irascible y dispuesto a utilizar la violencia física ante la menor excusa y un
Rent Boy limpio de estupefacientes que se siente culpable por haber traicionado
a sus antiguos colegas, parece ser el único que se ha reconciliado, hasta cierto
punto, con el tormentoso pasado que todos compartieron. Cabe destacar la
inclusión de Terry “Juice” Lawson y Rab Birrel, personajes de Cola, —ambos tienen un papel fundamental
en el libro presente—, creando un
todo sin costuras enmarcado en el “Universo Trainspotting”
en el que transcurre el noventa por ciento de la producción del autor.
La profusión de voces de Trainspotting ha quedado reducida al mínimo, aportando mayor
agilidad y coherencia a la narración. Se agradece que Welsh no haya fotocopiado
su libro más célebre y aporte una historia completamente distinta a la
anterior. Puede que Nikki Fuller-Smith —una bella estudiante de cine que trabaja en una sauna para ganar
un dinero extra a la asignación paternal—
sea el personaje más logrado (junto a Sick Boy) de la novela. Junto a la
pérdida de frescura, el gran error de Porno es reducir el protagonismo de
Renton a un mero secundario. Los capítulos del personaje (en especial la parte
de Ámsterdam) carecen de la garra de antaño y parecen escritos a toda prisa y
sin profundizar en sus motivaciones. Por fortuna, en Los Chicos del jaco (precuela de Trainspotting) Rent Boy volvería a primera división para recobrar
la importancia que merece.
Reflexiones sobre el paso del tiempo, el precio que hay que
pagar por los errores cometidos, las amistades rotas y la madurez de unos
personajes que no han logrado tomar las riendas del presente son los temas más
importantes de la obra. Porno
es un libro notable que tiene que competir con su predecesor. A diferencia de Trainspotting, la denuncia social ha
sido reemplazada por una negra, cruda, visceral y humorística visión de la
industria cinematográfica para adultos; la misma que influye en el presente y
que gracias a la presencia de Internet pocos pueden ignorar.
Al igual que la
primera parte, la novela fue llevada al cine por Danny Boyle como una especie
de homenaje a la película estrenada en los noventa. Una tardía secuela inferior
a la original —apenas toma prestados
unos ligeros esbozos del libro— que
hace demasiado hincapié en la nostalgia. Lejos han quedado las memorables
imágenes de 1996: la carrera al ritmo de "Lust
For Life" de Iggy Pop, el “peor retrete de Escocia”, la sobredosis con "Perfect Day" de Lou Reed de fondo, el
bebé gateando por el techo y "Born Slippy"
de Underworld mientras Renton se despide de los espectadores decidido a empezar
de cero. Vivir del pasado nunca fue una buena opción.