lunes, mayo 15, 2017

CONAN DE CIMMERIA VOLUMEN 1 (1932-1933) SEGUNDA PARTE


Nada de lo que se dice en este artículo debe considerarse como un intento de establecer una teoría que se oponga a la historia por todos aceptada. Cuando comencé a escribir las historias de Conan hace algunos años, escribí esta «historia» de su época y de los pueblos que vivían entonces, afín de darle a él y a sus aventuras legendarias mayor realismo. Y, mientras escribía los relatos, me di cuenta de que si me atenía a los «hechos» y al espíritu de esa historia, me resultaba más fácil imaginar (y, por tanto, describir) a Conan como personaje real, de carne y hueso, que como una creación ficticia. Al escribir sobre él y sobre sus aventuras en los distintos reinos de la época, nunca he pasado por encima de los «hechos» ni del espíritu de la «historia» que aquí se relatan, sino que he seguido la trama de esa historia tan fielmente como lo hubiera hecho el escritor de novelas históricas que hace referencia a la verdadera historia. He usado esta «historia» como guía para los relatos que he escrito de esta serie.

Robert E. Howard


Inspirado, Howard escribía a tal velocidad que el universo de Conan empezaba a escapar de su control. Necesitaba encuadrar su mundo en un contexto manejable que le permitiera desarrollar los relatos que se perfilaban en su imaginación de forma fidedigna, geográfica y temporal. El primer paso fue La Edad Hiboria; un coherente ensayo de ocho mil palabras en el que sintetizaba el nacimiento de la nueva serie que no paraba de crecer. Narrar relatos históricos siempre le había llevado demasiado tiempo y dinero, por ello el texano se basó en los pueblos antiguos de la humanidad. Tenía un amplio margen para desarrollar sus cuentos sin miedo a imprecisiones históricas y, lo más importante, los lectores no lo tendrían difícil para reconocer las razas, naciones y civilizaciones mencionadas. No olvidemos que en aquella época los mundos fantásticos no existían; la gente no estaba familiarizada con ellos tal como sucedería décadas más tarde. Metódico, Howard dibujó mapas y escribió las Notas sobre los pueblos de de la Edad Hiboria para utilizarlos en un futuro próximo. Este nunca dejó nada al azar: se tomaba su trabajo de forma ordenada, eficiente y profesional.   

Los pasajes de La Edad Hiboria son claros, verosímiles y memorables. Pocos escritores de fantasía han definido un universo rico, extenso y variado con tanta naturalidad sin artificios. Howard, en un alarde de inventiva, decidió integrar los cuentos de Kull de Atlantis, Solomon Kane, Bran Mak Morn e incluso (siendo un personaje moderno) James Allison bajo el mismo techo. Su obra había pasado a un nivel superior. En La Edad Hiboria asistimos a grandes terremotos, barbarie, guerras tribales, esclavitud, migraciones constantes, pastoreo, civilizaciones extraordinarias y por último el inevitable cataclismo que formará el mundo actual.

En ese momento los lemurios entran nuevamente en la historia, esta vez como hirkanios. A lo largo de los siglos han presionado continuamente hacia el oeste, y ahora una de sus tribus bordea el extremo sur del gran mar interior Vilayet y funda el reino de Turan en la orilla sudoeste. Entre el mar interior y las fronteras orientales de los reinos nativos se extienden vastas estepas, mientras que en el extremo norte y sur abundan los desiertos. Los habitantes de origen no-hirkanio de estos territorios están disspersos y se dedican al pastoreo; se trata de tribus desconocidas en el norte y de shemitas en el sur, aborígenes con algo de sangre hibórea procedente de los conquistadores nómadas. Al terminar este período, otros clanes hirkanios presionan hacia el oeste, en torno al extremo norte del mar interior, y chocan con las tropas orientales de los hiperbóreos.  

EL DIOS DEL CUENCO (THE TOWER OF THE ELEPHANT, DONALD M. GRANT, 1975)

¿A qué vienen tantas preguntas y especulaciones? terció el fornido prefecto. Este es el culpable, sin duda alguna. Llevémosle a los Tribunales; allí lo haré confesar, aunque tenga que romperle los huesos.
Demetrio miró al bárbaro y le preguntó:
¿Has entendido lo que ha dicho? ¿Tienes algo que añadir?
Que el hombre que me toque estará muy pronto saludando a sus ancestros en el infiernocontestó el cimmerio con los dientes apretados y los ojos centelleantes llenos de ira.

Después de enviar los primeros relatos de Conan (El fénix en la espada y La hija del gigante helado) a Weird Tales en mayo de 1932, Howard escribió El dios del cuenco en pocos días. Las Vidas de Plutarco le sirvieron para la ambientación (la Roma Imperial) y los nombres de los personajes (Póstumo, Enarus, Demetrio, Dionus, etc) de la historia. Un adolescente bárbaro se encuentra con una inesperada y desagradable sorpresa cuando se dispone a robar en una mansión Nemedia. Por primera (y última) vez en la saga, la trama es de intriga detectivesca. Tenemos un cadáver, guardias armados, aristócratas y un misterioso objeto traído de la lejana Estigia. Conan, como no podía ser de otro modo debido a su edad, se nos presenta como un individuo salvaje, torpe e impetuoso, dispuesto a abrir en canal a cualquiera que se atreva a ponerle la mano encima. El cimmerio poco (o nada) tiene que ver con los individuos civilizados que lo rodean; su dinamismo lo hace destacar entre brutos, pusilánimes y estúpidos. Howard critica a una sociedad corrupta capaz de condenar a un inocente con tal de tener un culpable para impartir “justicia”. El dios del cuenco es una gran historia que tardó una eternidad en ver la luz. Al igual que sucedió con La hija del gigante helado, Fransworth Wright la rechazó por considerarla demasiado experimental. Puede que por ello el autor no volviera a escribir nada parecido. Debía ganar dinero para vivir; no podía permitirse el lujo de no vender sus cuentos. Por fortuna, el tiempo le ha hecho justicia.     
   
LA TORRE DEL ELEFANTE (WEIRD TALES, MARZO DE 1933)

El cimmerio alcanzó a ver un enorme cuerpo cerca de la muralla y se sintió aliviado al comprobar que al menos era una figura humana; entonces el individuo giró rápidamente sobre sus talones y lanzó un grito de asombro que denotaba pánico, hizo ademán de dar un salto hacia adelante, con las manos extendidas, pero retrocedió al ver el brillo de la espada de Conan. Durante unos segundos llenos de tensión ninguno dijo una palabra, sino que esperaron atentos a lo que pudiera ocurrir.
Tú no eres soldado dijo finalmente el extraño en voz muy baja. Tú eres un ladrón igual que yo.
¿Y quién eres tú? preguntó el cimmerio con un susurro receloso.
Soy Taurus de Nemedia.
El joven bárbaro bajó su espada y dijo:
He oído hablar de ti. Todos te llaman el príncipe de los ladrones.

La Torre del Elefante merece estar entre lo más excelso de la producción howardiana. Nos encontramos de nuevo con un joven e inexperto cimmerio que da sus primeros pasos como ladrón. Su falta de experiencia es compensada por el valor y la osadía que lo hace tomar arriesgadas decisiones que otros hombres más veteranos no asumirían. Después de una reyerta tabernaria en el Maul, movido por la curiosidad y el deseo de obtener botín, Conan decide allanar la Torre del Elefante; una mansión custodiada por un hechicero de sórdida reputación temido en todo el país. La aventura posee calidad cinemática y está dividida en varios niveles: la cantina, el jardín, la cúspide de la torre, la mazmorra del dios elefante, los aposentos de Yara, etc.   

No puedo negar que este relato es de mis preferidos: una epopeya desbordante de acción, virilidad y fantasía. La parte en la que Yag-kosha habla de su pasado me parece sublime; imaginación en estado puro que te conduce a otras dimensiones lejos de la tierra, a planos cósmicos inexplorados por el hombre. A diferencia de los novelistas de literatura fantástica actuales, Howard siempre fue genuino; no tenía la necesidad de imitar a nadie para crear su propia obra. El final del cuento es lóbrego e imprevisto; uno de los puntos fuertes del autor.  

La historia y la épica de Bullfinch continuaban en la mente de Howard. Después de terminar dos cuentos de James Allison —Los caminantes del Vahalla y El jardín del miedo— estaba preparado para regresar al mundo hiborio. La compañía blanca y Sir Nigel de Arthur Conan Doyle se encontraban entre sus libros de cabecera. El mes de abril de 1932 iba a resultar fructífero para el texano.    


lunes, mayo 01, 2017

CONAN DE CIMMERIA VOLUMEN 1 (1932-1933) TERCERA PARTE

Brillante cáscara de una gastada mentira; fábula del derecho divino...
Recibiste en herencia tus coronas, pero la sangre fue mi precio.
¡Por Crom que no venderé el trono que conseguí con sangre y sudor
por valles llenos de oro, ni la amenaza del Infierno!

El camino de los reyes

Howard pasó la mayor parte de su corta vida en soledad, recluido delante de la máquina de escribir, forjando todo tipo de historias y personajes que lo convertirían en leyenda. Tal como le sucede a la mayoría de los artistas, la gente que lo rodeaba nunca fue capaz de entender sus intereses y mucho menos valorar su trabajo. Tenía pocas amistades, no se relacionaba con el sexo opuesto y su tiempo libre lo dedicaba a la narrativa, viajar por los alrededores y cuidar de su madre, cuya precaria salud iría empeorando a lo largo de los siguientes años. A diferencia de los héroes salidos de su pluma, el autor era una persona tímida, meditabunda e introvertida. Solomon Kane o Kull de Valusia lo hubieran representado sobre el papel perfectamente. 

Antes del nacimiento de Conan de Cimmeria, el texano había escrito sobre el espadachín Solomon Kane (su primera creación literaria importante), la fantasía prehistórica del rey Kull, el picto Bran Mak Morn, los marineros/boxeadores Steve Costigan (Fight Stories) y Kid Allison (Sport Story Magazine), Turlogh O’Brien (proscrito del siglo XI dominado por el odio del que solo pudo completar dos historias), Cormac Fitz Geoffrey (ficción histórica ambientada en la Tercera Cruzada), Cormac Mac Art (pirata irlandés que corre aventuras junto a un grupo de saqueadores vikingos), terror inspirado en los mitos de Cthulhu (Los hijos de la noche y La piedra negra) y Rostro de Calavera (una novela corta en consonancia con los gustos de la época que imitaba el estilo “peligro amarillo” de Sax Rohmer), entre muchas otras historias. ¿Cuántos autores serían capaces de mostrar un rendimiento, una versatilidad y una excelencia literaria similar en los tiempos que corren?

Todo ello le sirvió para pulir imperfecciones, desarrollar habilidades y templar la calidad de su prosa. La mente de Howard funcionaba de forma práctica: creaba una serie y, si esta no tenía éxito o perdía el interés por la misma, la abandonaba y empezaba otra. Los pulp pagaban poco y mal; debía producir historias lucrativas para llegar a fin de mes. Al carecer de contactos, influencia o prestigio comercial en el mundo literario, únicamente contaba con su talento, obstinación y palabras para vender. Pocos novelistas (Rudyard Kipling, Jack London, Edgar Rice Burroughs) tenían el privilegio de publicar en tapa dura en los años —previos y posteriores— de la Gran Depresión.

Aunque el texano siempre será recordado por sus relatos de fantasía heroica, vale la pena destacar las historias humorísticas —tanto de boxeo como del oeste— que escribió en vida. Estas destilan una imaginación, una calidez y una ironía difícil de igualar. Howard no fue un individuo sombrío, huraño, violento o amargado por voluntad propia. El estado en el que creció —una Texas rural alejada de la mano de Dios— no era idóneo para un individuo de tamañas aptitudes y su don para las letras —entre humildes mineros, agricultores y obreros— nunca encajó en aquella comunidad. Tal como demuestran sus numerosas cartas, siempre experimentó desarraigo, aislamiento y aversión hacia sí mismo. Emociones comprensibles, dada su sensibilidad y lo claustrofóbico de su entorno. Por desgracia, las cartas estaban sobre la mesa y jamás tuvo la oportunidad de escapar de Cross Plains. Quizá por ello los cuentos del autor hayan trascendido sobre los de otros escritores de Weird Tales: su fructífera y ardiente imaginación siempre le fue preferible al mundo real. Aquellas historias violentas y apasionadas, llenas de luces y sombras, reflejaban los miedos, terrores nocturnos y deseos reprimidos de Howard. Cuando exploraba su interior, implicándose emocionalmente, forjaba diamantes literarios difíciles de superar.   

LA CIUDADELA ESCARLATA (WEIRD TALES, ENERO DE 1933)

Contemplaba, con una siniestra sonrisa en el rostro, cómo los reyes frenaban sus caballos a una distancia segura de la taciturna figura que se alzaba por encima de los muertos. Hasta el hombre más valiente retrocedía al ver el brillo asesino que brotaba de los fogosos ojos azules que asomaban por debajo del casco. El rostro oscuro y lleno de cicatrices de Conan ardía de odio; su armadura negra estaba hecha pedazos y manchada de sangre; su enorme espada estaba roja hasta la empuñadura. En aquel momento había desaparecido todo rastro de civilización; allí había un bárbaro enfrentado a sus vencedores. Conan era un nativo de Cimmeria, un montañés fiero y taciturno originario de una tierra oscura y nubosa del norte. Su vida y sus aventuras, que lo habían llevado hasta el trono de Aquilonia, se habían convertido en leyenda.

Imágenes de la batalla de Roncesvalles sobrevuelan la introducción de La ciudadela escarlata. Nos encontramos con un Conan de cuarenta años, soberano de Aquilonia, apresado en el campo de batalla por unos enemigos que lo han vencido gracias a la traición. La historia (la más larga del personaje hasta la fecha) reúne lo mejor de la serie: grandes combates, brujería, serpientes gigantes, mazmorras atestadas de criaturas demoniacas y guerras herederas de la épica medieval que tanto interesaba al autor. El cimmerio solo cuenta con su coraje, fuerza de voluntad y destreza en el combate para sobrevivir. Su huída a través de los túneles y criptas de la fortaleza está brillantemente escrita, dosificando tensión, misterio, drama y horror.

Durante su estancia en los calabozos de Tsotha, uno de los carceleros lo reconoce como Amra, su apodo de juventud cuando pirateaba junto a Bêlit en las costas de los reinos del Sur. La conversación resume el carácter volcánico del cimmerio en unas pocas líneas:

—He arriesgado mucho para venir a verte. ¡Mira! ¡Las llaves de tus grilletes! Se las robé a Shukeli. ¿Qué me darás por ellas? —preguntó, agitando las llaves delante de los ojos de Conan.
—Diez mil monedas de oro —contestó el rey rápidamente, con una esperanza en el corazón.
—¡No es suficiente! —repuso el negro gritando, con feroz alegría en su rostro de ébano—. No es suficiente teniendo en cuenta el riesgo que corro. Tsotha es capaz de enviar a sus monstruos para que me devoren, y si Shukeli se da cuenta de que le robé las llaves, me colgará del... bueno, ¿qué me das?
—Quince mil monedas y un palacio en Poitain —ofreció el rey.
El negro lanzó un alarido y se puso a dar saltos de alegría.
—¡Más! —pidió a gritos—. ¡Ofrece más! ¿Qué me darás?
—¡Perro negro! —dijo Conan, con un rojo velo de furia en los ojos—. ¡Si estuviera libre, te rompería el cuello! ¿Acaso Shukeli te envió aquí para que te burlaras de mí?

Virilidad en estado puro. Comparado con las creaciones de otros escritores de la época, más amables y asequibles para el público general, Conan destaca por su personalidad impetuosa, fiera y salvaje. Este es un hombre inteligente, hábil y de muchos recursos. En su posterior traslación al cine, al igual que sucedió con Tarzán, perdió misteriosamente la capacidad de comunicarse. De hecho, la mayoría del público cree que el cimmerio es un individuo hipermusculoso, vestido con acero y pieles, que solo sabe “aplastar enemigos, verlos destrozados y oír el lamento de sus mujeres”. Nada más lejos de la realidad.      

Lástima que Howard no hiciera hincapié en la etapa de Conan como rey. El fénix en la espada, La Ciudadela Escarlata y la novela La hora del dragón (de la que hablaré más adelante) cuentan entre las joyas de la corona del bárbaro y, por defecto, de su autor.

LA REINA DE LA COSTA NEGRA (WEIRD TALES, MAYO DE 1934)

Y bailó como un torbellino en el desierto, como una llama inextinguible, como el impulso de la creación y de la muerte. Sus pies blancos rozaban suavemente la cubierta manchada de sangre, y los moribundos se olvidaron de morir mientras la contemplaban extasiados. Entonces, al tiempo que las blancas estrellas brillaban tenuemente a través del terciopelo azul del atardecer, haciendo de su cuerpo una borrosa llama marfileña, Bêlit lanzó un grito salvaje y se arrojó a los pies de Conan. El ciego deseo del cimmerio le hizo olvidar el mundo cuando estrujó su jadeante cuerpo contra las negras placas de su pecho acorazado.

Después de que Weird Tales comprara El fénix en la espada, La Torre del Elefante y La ciudadela escarlata, a Howard no le costó vender una de sus historias más famosas: La reina de la Costa Negra. Jamás ni antes ni despuésencontraremos tanta sensualidad y romanticismo en la saga. Todo ello se lo debemos a la reina corsaria Bêlit, a la que Conan une su destino a continuación de una sangrienta batalla naval contra los miembros del Tigresa. Espoleado por la libertad, la aventura y el botín que le prometen los océanos, no duda en convertirse en su amante y compañero de armas, antes de lanzarse a saquear los mares del Sur. El cimmerio se transforma en Amra, el León, y durante años de pillaje, luchas y vagabundeo, su nombre se convierte en leyenda. Puede que el pasaje más famoso de toda la obra de Howard sea el siguiente:

¡Si yo muero y tú tuvieras que luchar por tu vida, yo volvería del abismo para ayudarte; sí, lo haría tanto si mi espíritu flotara bajo las velas purpúreas del mar cristalino del paraíso, como si se retorciese entre las llamas del infierno! ¡Soy tuya, y ni los dioses ni la eternidad podrán separarnos!       

El Tigresa se introduce en el río Zarkheaba buscando una misteriosa ciudad abandonada en la que esperan conseguir el botín digno de un rey. La ambición ciega a la tripulación y a su capitana y, en un dramático giro inesperado, todos pagan un precio. El bárbaro, con las venas hirviendo por el odio y la sed de venganza, decide enfrentarse a sus oponentes en inferioridad de condiciones. La batalla entre las ruinas es épica: experimentamos la tenebrosa ira del cimmerio, los disparos de su arco y el impacto de las flechas en el enemigo. El clímax de la historia llega cuando Conan se encuentra atrapado debajo de una columna, a punto de perecer, y gracias a la aparición de su amada logra destruir al diablo alado que pretendía acabar con él.

A diferencia de las doncellas asustadas y sin personalidad que aparecerían posteriormente, Bêlit destaca por ser una mujer independiente, fuerte y guerrera; la versión femenina del bárbaro. Aunque la reina pirata es un personaje fascinante, siempre he creído que los estudiosos exageraron la relación que mantuvo con Conan, convirtiéndola en el gran amor de su juventud. Este nunca fue un personaje romántico; no encajaba con su instinto de supervivencia. Finalmente, la imagen del cimmerio apoyado sobre una espada manchada de sangre, silencioso y desolado, mientras contempla cómo el Tigresa desaparece envuelto en llamas en las aguas violetas y escarlatas previas al amanecer, ha pasado a la historia del género fantástico.  

Desde sus discretos inicios, el personaje empezaba a labrarse un camino triunfal entre las páginas de la revista y los lectores comenzaron a demandar más relatos sobre el mismo. Con el paso de los años, Conan de Cimmeria se convertiría en uno de los pilares de la publicación y las ventas se resentirían cuando no contaba con historias del texano. La reina de la Costa negra obtuvo la portada del mes de mayo de 1934; el bárbaro ya lo había conseguido en varias ocasiones durante el año anterior.