Estoy a punto de tirar la toalla
con las historias de detectives… me parece que no le cojo el tranquillo a ese
género. Puede que sea porque no me gusta escribirlo.
Carta
de Robert E. Howard a August Derleth
Howard
escribió los cuentos policiacos de Steve Harrison básicamente para paliar sus
necesidades económicas. Como el mismo autor confesó, nunca se sintió cómodo con
el género; le costaba narrar una historia de intriga y misterio que resultara
convincente. Sin duda, la especialidad del texano era la acción y aventura
salpicada con generosas dosis de sangre. Ambientados en los callejones
tenebrosos, muelles abandonados, almacenes sórdidos, fumaderos de opio y
tugurios del Distrito Oriental, los relatos del personaje están inscritos en el
estilo Weird Menace tan popular
durante la época. Harrison, al igual que Conan de Cimmeria o Solomon Kane, es
un individuo poderoso, hosco y sombrío, propenso a solucionar cualquier
problema gracias a sus métodos poco ortodoxos. Gracias a la ayuda de su agente
literario Otis A. Kline, la mayoría de las historias del investigador fueron
vendidas a Strange Detective Stories.
En
1932, gracias a la adquisición de un Chrevolet 1931 de segunda mano, Howard
dejó de depender del transporte público. La precaria salud de su madre
empeoraba poco a poco y, gracias al vehículo, pudo llevarla a los hospitales
que necesitaba situados en los alrededores de Cross Plains. Fue en uno de
aquellos trayectos cuando Clyde Smith —uno de sus escasos amigos— le presentó a
Novalyne Price; una joven con inclinaciones literarias que soñaba con
convertirse en escritora. Ambos se atrajeron de inmediato, tanto física como
intelectualmente, aunque tardarían dos años en volver a establecer contacto. En
la primavera de 1934, Price se mudó a Cross Plains para sustituir a una
profesora en el Brownwood School. Dado que Clyde Smith había contraído
matrimonio y no conocía a nadie de la zona, la elección de Howard como amigo
fue un paso natural. Desde el primer momento, los familiares de Price le
advirtieron contra el escritor tachándolo de “chalado”. La necesidad de un
igual intelectual unido a su fuerte carácter, le hizo ignorar los comentarios
negativos e intentó ponerse varias veces en contacto con el texano por
teléfono. Sus llamadas fueron interferidas por la madre del escritor, Hester
Howard, que siempre informaba que su hijo “había salido del pueblo” o “no se
encontraba en casa en aquellos momentos”. Ni corta ni perezosa, la muchacha se
presentó en el hogar del escritor para saludarle ante del desagrado de los
padres de este que “no querían perder a su niño”. Lentamente, conforme fueron
conociéndose a través de sus largos paseos y charlas intelectuales, aquellas
dos almas sensibles e inteligentes que se sentían desconectadas de su entorno,
entablaron un romance a la vieja escuela que no llegaría a consumarse.
La
alargada sombra de la señora Howard, unida a la fuerte dependencia emocional
que su hijo experimentaba por la misma planeaba sobre ellos, impidiéndoles
cualquier clase de intimidad. Conforme pasaron los meses, empezaron a surgir
las diferencias personales e ideológicas entre ambos. A Price no le agradaban
las historias fantásticas y violentas del texano y este desaprobaba los gustos literarios
y creaciones “realistas” de la muchacha. Desigualdades sobre la sociedad, el
estado del mundo, la enseñanza superior, la vida, relaciones humanas y la
política. Howard era un individuo solitario, introvertido, lleno de miedos y
poco propenso a relacionarse con sus semejantes. Dos personalidades fuertes,
jóvenes e inexpertas que, aunque disfrutaban del uno del otro, no podían hacer
nada por socavar el abismo que iba abriéndose entre ambos. El texano,
completamente dominado por su madre, fue incapaz de cortar los lazos que lo
ataban a ella y tampoco tuvo el valor de comprometerse con Price. Puede que su
relación con la joven maestra lo inspirara a crear a Agnès de Chastillon, una
espadachina que se desenvuelve en unas coloridas aventuras históricas ambientadas
en la Edad Media. Por desgracia, tal como sucedería con muchas de sus
creaciones, no logró publicarlas en vida.
La
historia con Novalyne Price dejaría un regusto amargo en Howard. Cansada de su
independencia, su fuerte carácter y la absorbente relación que mantenía con sus
padres, cuando se enfrió el idilio que mantenían desde finales de 1934, comenzó
a salir con Truett Wilson, compañero desde los tiempos de instituto del
escritor. Este se sintió dolido, traicionado y ridículo, todo a partes iguales.
Después de una encendida correspondencia y semanas de distanciamiento,
intentaron continuar como amigos pero, debido a una riña a mediados de 1935,
Price partió hacia Lousiana State University para reanudar sus estudios de
literatura superior. Todo había terminado entre ellos. Faltaba poco para que
Howard se suicidara de un disparo en la sien.
LOS
SIRVIENTES DE BIT-YAKIN
(WEIRD TALES, MARZO DE 1935, TITULADO
COMO LAS JOYAS DE GWALHUR)
—Soy una diosa. Hace mil años cayó
sobre mí la maldición de los dioses de las tinieblas. El ser mortal que había
en mí dejó de existir. Pero la diosa nunca murió. He permanecido aquí durante
todos estos siglos, despertando día a día al ponerse el sol y reinando sobre mi
corte, compuesta de espectros del pasado. ¡Hombre, si no deseas contemplar
escenas que turbarán tu razón para siempre, vete de aquí! ¡Te lo ordeno, vete!
Conan envainó la espada con los
ojos entrecerrados, pero no obedeció a la mujer. Se acercó más a ella, como atraído
por una poderosa fascinación, y de improviso la aferró por el brazo con la
rudeza de un oso. Ella lanzó un grito, que no se parecía en nada al que hubiera
lanzado una diosa, y luego se oyó el ruido de una tela rasgada cuando el
cimmerio le arrancó el vestido.
—¡Una diosa, bah! —exclamó con
desdén el bárbaro—. ¡Ya me extrañaba que una princesa de Alkmeenón hablara con
acento corinthio! En cuanto me repuse de la sorpresa, recordé haberte visto en
otra parte. Tú eres Muriela, una bailarina corinthia de Zargheba. Ese lunar en
forma de media luna lo demuestra. Lo vi una vez que Zargheba te estaba
azotando. ¡Una diosa!
Conan le dio un golpe en la cadera
con la mano y la muchacha gritó de dolor. La joven ya no tenía el aire
imperioso de antes. Ya no era la mística deidad, sino una bailarina humillada y
aterrada, como las que solían comprarse en los mercados de esclavos shemitas.
La muchacha se echó a llorar. El cimmerio la miró irritado.
—¡Vaya con la diosa! Tú eras una de
las mujeres veladas que Zargheba llevó a Keshán con él. ¿Creías que me ibas a
engañar, pequeña idiota? Hace un año te vi en Akbitana con ese cerdo de
Zargheba, y nunca me olvido del rostro ni del cuerpo de una mujer. Te voy a...
Después
de finalizar Nacerá una bruja, Howard
decidió tomar unas pequeñas vacaciones en Nuevo México junto a Truett Wilson. Tal
como explicó a Lovecraft en una misiva, la parte más impresionante del viaje fue
la visión de las cavernas de Carlsbard; ello le inspiró para incluir aquella
maravilla natural en la nueva historia del cimmerio. Los sirvientes de Bit-Yakin (retitulado como Las joyas de Gwalhur) fue comprado por Farnsworth Wright por el
precio de 135 dólares pagaderos en el momento de su publicación. El relato —rutinario en comparación con el futuro Más allá del río negro— narra cómo
Conan, después de escuchar leyendas sobre los dientes de Gwalhur, toma la
delantera a sus adversarios y deserta del ejército de Keshan para buscar el
tesoro que podría enriquecerle de por vida. Durante la aventura, el bárbaro se
encuentra con Muriela, esclava que Zargheba ha traído para que represente el
papel de oráculo y engañe a los nativos del lugar para que entreguen todas las
joyas a Thutmekri.
En aquel momento vio al engendro
que sangraba en abundancia y corría hacia el extremo del puente con la
intención de bajar por la escalera hasta donde se encontraba Conan. Una vez que
llegó al final de éste, el monstruo se detuvo repentinamente. En la entrada del
túnel había visto a Muriela con el cofre bajo el brazo y un gesto de horror en
el rostro. Bramando un rugido triunfal, el monstruo aferró a la muchacha con un
brazo y cogió el cofrecillo con la otra mano. Luego retrocedió para cruzar el
puente. El cimmerio gritó una maldición, pues comprendió que no llegaría a
tiempo. Tenía que subir la escalera de piedra que lo separaba del puente
superior y, para entonces, el ser infrahumano ya habría desaparecido por el
laberinto de túneles que había al otro lado.
Volvemos
a encontrarnos con una ciudad abandonada, criaturas sobrenaturales, acción, una
doncella desvalida, misterio y aventura. El texano conocía la fórmula perfecta
para vender una historia del cimmerio a Weird
Tales y, nuevamente, el resultado tuvo éxito. En comparación con muchos
escritores de fantasía actuales, Howard destacaba por su originalidad, valentía
y calidad como autor.
MÁS
ALLÁ DEL RÍO NEGRO
(WEIRD TALES, MAYO-JUNIO DE 1935)
El río parecía una mancha borrosa
entre paredes de ébano. Los remos se hundían suavemente en las aguas,
impulsando la barca sin hacer ningún ruido. El hombre que estaba arrodillado en
la proa apenas si podía ver a unos metros por delante de la embarcación. Conan
se orientaba por sus instintos y por su familiaridad con el río.
Nadie decía una palabra en la barca.
Balthus había examinado a sus compañeros en el fuerte antes de salir de la
empalizada para embarcar en la lancha que los esperaba. Pertenecían a una nueva
raza que había crecido en la frontera; eran hombres a quienes la necesidad
había enseñado las artes de las tierras salvajes. Siendo aquilonios de las
distintas provincias occidentales, tenían muchas cosas en común. Vestían de
forma parecida, usaban armas similares hachas y espadas cortas y eran todos
delgados, musculosos y taciturnos.
En cierto modo eran salvajes,
aunque había una gran diferencia entre ellos y el cimmerio. Se trataba de hijos
de la civilización que habían vuelto a la barbarie a causa de las
circunstancias. Conan, en cambio, descendía de cientos de generaciones de
bárbaros. Ellos habían adquirido destreza en los bosques; él había nacido en el
bosque. Ellos eran lobos, pero el cimmerio era un tigre.
La
obra de Robert W. Chambers serviría de inspiración para Lobos de allende la frontera —historia que nunca llegaría a terminar— preludio de la magistral Más allá del río negro. Al igual que en Nacerá una bruja, Conan se convierte en
un elemento secundario dentro del relato, relegando el protagonismo a otro
personaje principal. Como curiosidad, cabe destacar que en 1928, el cuento Hechicero y guerrero está protagonizado
por Brule, amigo y compañero de armas del rey Kull, no por el atlante. Ello
solo podía significar una cosa: el texano estaba empezando a perder el interés
por el bárbaro tal como le había pasado con otras muchas creaciones
anteriormente. Más allá del río negro
se desprende de las influencia de Chambers para convertirse en una obra cien
por cien howardiana. Salvajismo en estado puro en los confines de las marcas
aquilonias, el instinto de supervivencia, magia negra y la barbarie contra la
civilización. La historia, que bebe del western
tradicional sobre el que el texano había escrito antes, a diferencia de El valle de las mujeres perdidas, todas
las piezas encajan correctamente. Cabe destacar la superioridad física e intelectual
de Conan sobre el resto de los de los personajes; por ello logra sobrevivir
mientras los demás perecen víctimas de las sangrientas guerras fronterizas.
La
prosa del texano se encuentra afilada al máximo:
Balthus se puso en pie jadeando y miró a su
alrededor buscando a Conan, si bien esperaba verlo dominado por un gran número
de enemigos. Sólo entonces comprendió toda la fuerza y la fiereza que emanaban
del cimmerio. Éste ya había abatido a dos enemigos con un poderoso mandoble, y
en aquel momento esquivaba la espada de un picto y luego se agachaba para dejar
pasar por encima de su cabeza la gruesa hoja de un hacha. Pero antes de que el
picto que la manejaba se enderezara, la hoja del cimmerio le atravesó la
espalda y quedó atascada en el esternón. Los dos salvajes que quedaban atacaron
a Conan uno por cada lado.
Balthus arrojó su hacha contra uno
de los pictos, y lo hizo con tal puntería que redujo a los atacantes a uno
solo. Conan dejó de hacer esfuerzos por liberar su espada del cuerpo del enemigo
y giró en redondo para enfrentarse al picto con las manos desnudas. El
achaparrado guerrero, a quien Conan le sacaba una cabeza, dio un salto atacando
con un hacha en una mano y un cuchillo en la otra. La daga desgarró la cota de
malla del bárbaro, pero éste aferró a su enemigo por un brazo y por la cintura
y lo levantó como si de una pluma se hubiera tratado.
El salvaje se retorció en el aire,
moviendo frenéticamente las piernas y el brazo libre. De repente, Conan lo
arrojó con todas sus fuerzas contra el suelo. Fue tal la violencia del golpe
que el picto rebotó sobre la tierra. Luego quedó inmóvil, en forzada postura.
Había muerto con la espina dorsal rota.
—¡Vámonos! —dijo Conan, al tiempo que conseguía liberar su espada y recogía un
hacha enemiga—. Coge un arco y
algunas flechas. Vamos a tener que confiar en nuestras piernas otra vez. El
grito de los pictos debe de haber llegado a oídos de los suyos y estarán aquí
dentro de muy poco. ¡Si intentamos cruzar el río a nado, nos acribillarán a
flechazos antes de que lleguemos a mitad de camino!
El
bárbaro se encuentra en el Fuerte Tuscelan, auxiliando a los colonos de la zona
ante la amenaza de los pictos que viven en los alrededores del río Negro.
Después de salvar la vida a Balthus, el comandante del fuerte pide al cimmerio
que elimine al brujo Zogar Sag antes de que levante a los salvajes contra toda
la zona fronteriza. Conan parte junto a un grupo de exploradores para cumplir
la misión pero, antes de llegar a su objetivo, caen en una emboscada que
elimina a la mayoría del grupo. La historia, vibrante y llena de acción,
transita senderos inexplorados en la saga del bárbaro, aportando una pátina de
frescura. Las palabras finales del relato han pasado a considerarse un clásico:
—La barbarie es el estado natural
de la humanidad —dijo el trampero mirando sombríamente al cimmerio—. La
civilización, en cambio, es artificial, es un capricho de los tiempos. La
barbarie ha de triunfar siempre al final.
Aconsejado
por su agente, durante su último año de vida el texano se centraría en los westerns humorísticos que le estaban
proporcionando buenos resultados económicos y en las aventuras marítimas de Wild Bill Clanton, Emmet Corcoran y
Vulmea el Negro, en las que destaca
una ambientación inspirada en clásicos como El
capitán Blood, La isla del tesoro o El
halcón de los mares: islas lejanas, piratas, tesoros, costas habitadas por
salvajes, ciudades perdidas y junglas colmadas de misterio. Howard escribiría
tres historias más del personaje antes de abandonarlo definitivamente.